viernes, 8 de abril de 2016

Etimología

Foto: Julián López, vía Mundotoro.com

La Etimología estudia el origen de las palabras, a través del cual podemos entender mejor su significado.
Aplicada a la propia palabra, “Etimología” procede de los vocablos griegos “etymos” (elemento verdadero) y “logia” (tratado, estudio).

…Y ¿a cuento de qué viene esto en un blog en el que se intenta escribir sobre Tauromaquias?
Pues resulta tan sencillo de explicar como que al ver la fotografía que ilustra esta entrada, pensé en el origen y significado de algunas palabras del idioma castellano.
Concretamente sentí curiosidad por la palabra “Gilipollas”. No es este blog un lugar en el que se utilicen insultos ni palabras llamadas malsonantes o soeces. Simplemente me vino a la cabeza esa palabra, ampliamente utilizada en nuestro lenguaje, quizá por la abundancia de ocasiones en las que nos cruzamos con personas a las que es inevitable aplicarles tal adjetivo.

La Real Academia de la Lengua Española recoge en su Diccionario la palabra “Gilipollas” y la define de la siguiente forma en su única acepción:

1. adjetivo (malsonante). Necio o estúpido. Aplicado a personas, u. t. c. s. (usado también como sustantivo)

El hecho de que una palabra se considere malsonante no deja de ser algo subjetivo, pero la Academia lo advierte, quizá en un intento de evitar el abuso de esta palabra tan popular. La propia definición académica nos ilustra sobre vocablos sinónimos, “necio” y “estúpido”, no considerados tan malsonantes.

Como la definición y uso de la palabra es bien conocida, he querido conocer algo sobre su origen.

Según la propia Academia, “gilipollas” procedería de “jilí”, vocablo del caló que se utilizaba y aún se sigue usando para denominar a alguien “lelo” o excesivamente cándido.
Sin embargo hay otra versión que me parece más curiosa y castiza.

Hay que remontarse al Madrid del siglo XVI para encontrar al personaje, D. Baltasar Gil Imón de la Mota, a la sazón fiscal del Consejo de Hacienda, lo que vendría a ser un alto funcionario de la época.
El tal Gil Imón tenía dos hijas, Fabiana y Feliciana, que en algún momento de su vida entraron en edad casadera, y eran exhibidas por su señor padre en eventos, fiestas y celebraciones en las que se congregaba flor y nata de la Villa y Corte madrileña, y a los que D. Gil acudía en razón de su cargo y posición, con la esperanza de encontrar un buen partido para sus mozas.

Mozas a las que, en aquella época, se llamaba “pollas”, que era la palabra que se usaba para referirse a las mujeres jóvenes y solteras.

Como las dos pollas no eran muy agraciadas, y además tenían cortas entendederas, no era fácil encontrar acomodo matrimonial, y así D. Gil continuaba con su labor de exhibición de las dos infortunadas jóvenes.

La estampa debió convertirse en algo habitual en aquellos círculos, lo que  dio lugar a que se les conociera de forma castiza como “Gil y sus pollas” cuando el trío hacía  su aparición en alguna fiesta.
El resto lo hace el ingenio castellano, que empezó a extender el uso de lo que al final convirtió en una palabra, a los personajes lelos, estúpidos, en definitiva “gilipollas”, que pululaban por la Villa y Corte.

Cinco siglos más tarde, el gilipollas es un tipo de personaje ciertamente abundante, y la gilipollez, condición que se transmite por contagio.
Muchas veces el gilipollas, probablemente debido a su propia estupidez, desconoce su condición. 

Siempre he creído que es un acto de bonhomía hacérselo saber.