jueves, 9 de marzo de 2017

San Isidro 2017. El juego de las siete diferencias



Tengo que admitir que, como muchos otros (cándidos) aficionados, recibí con una cierta expectación no carente  de desconfianza el desembarco del productor Simón Casas en la gestión de Las Ventas.

A modo de un exótico encantador de serpientes, el empresario-productor nos iba engatusando con la musiquilla del cambio, el renacer, el éxtasis artístico y cultural, la reconquista del aficionado perdido, y bla, bla, bla.

Y uno, que es en el fondo un iluso pues de otra manera no se explica esta afición, se lo iba creyendo y ya se imaginaba al coro celestial abriendo el paseíllo de Las Ventas a ritmo de pasodoble, con los Arcángeles desfilando y todo el Olimpo de Dioses (y Diosas) presidido por el apuesto productor escoltado por bellas ninfas que,  cabalgando sobre nacarados corceles, inundaban de flores y olorosas  fragancias el ruedo venteño, vestido para la ocasión con las mejores galas.

Y ahora va y resulta que de eso nada de nada.

Ni ninfas, ni Dioses (ni Diosas), ni coro celestial…

La realidad nos devuelve  a Las Ventas.

A ver quién es el listo que en un ejercicio de agudeza visual es capaz de distinguir la programación de San Isidro 2017 de cualquiera de los carteles de años pasados. El juego de las ¿siete? diferencias.
Quitando el desplazamiento de la corrida de Beneficencia, que de novedoso tiene poco, y la corrida de la Cultura, o del Arte, o del Arte y la Cultura, tenemos lo de siempre. A lo mejor es que no hay más donde rascar y queremos algo imposible, que va a ser eso al final.

Por mucha presentación con canapé y gin tonic (a ratos, por lo que vi, en el límite de lo pelín hortera), al final nos han vendido un poco más de humo, y ajo, y agua.

Así que ya vamos pensando cuando tenemos que ir a renovar el abono, que para eso somos abonaos.

Y por si acaso no vaya a ser que al final viene el de Galapagar…