martes, 16 de octubre de 2012

Yo pecador...



Confieso que sólo pretendo…

Que se trate  al toro, como protagonista indiscutible que es de la Tauromaquia, con el debido y merecido respeto.
Que nunca salte a ningún ruedo un animal con sus defensas mutiladas. Que se persiga y se castigue de una vez por todas a quien por acción o por omisión  viole y despunte los pitones de un toro para lidia a pie, sea ganadero,  mayoral, apoderado, empresario, torero o violinista.

Un toro encastado, con el trapío exigible en cada plaza, pero con casta. Independientemente de que luego resulte mayor o menor su bravura, que eso ya sería mucho pretender…

Que la lidia del toro en la plaza se ajuste a las normas y costumbres, y se desarrolle con orden y concierto.

Que la suerte de varas, argumento del primer tercio de la lidia, se ejecute de verdad, no simuladamente.
“Citar después, un tanto terciado el caballo, que adelantaba exponiéndolo a los pechos. Cuando se arrancaba el toro, Sixto Vázquez se inclinaba adelante, se dejaba caer lateral, la vara en ristre, y adelantándola a la extensión natural del brazo, recibía la embestida hundiendo la puya en el morrillo. Pero, al tiempo volvía el cuello del caballo para librarlo del hachazo y con ese leve giro, mas la fuerza de su brazo, empujaba al toro hacia fuera de la suerte y prácticamente lo dejaba en los vuelos del capote que el matador presentaba para el quite” (Joaquín Vidal, sobre Sixto Vázquez, picador mexicano).
Ni más ni menos pretendo.

Que el tercio de banderillas deje de ser un mero trámite que da paso a la faena de muleta y permita ver las distintas y variadas  formas de ejecutar la suerte, sea al cuarteo, al sesgo, a topa carnero, al recorte o incluso al violín. Todo ello sin necesidad de aderezar la suerte con correrías  innecesarias, aspavientos y solicitud ostentosa de aprobación por el respetable.

Que el tercio de muerte o de muleta  no se alargue innecesariamente a base de dar pases y más pases carentes de sentido y emoción. Que cuando la condición del toro lo haga posible se muestre el amplio y variado repertorio y las distintas formas de emplear el engaño, aunque sólo sea por su valor didáctico.
Que se valore en su justa medida al diestro que carga la suerte adelantando la pierna contraria. Al que cita la embestida en la rectitud del toro trazando esa imaginaria línea que une el medio pecho del torero con  la penca pasando por la testuz de la res. Al que encadena con ligazón las series rematando el viaje muy atrás, donde se pierde la cadera.

Y que se castigue, figuradamente, al que sin justificación cita con ventajas, al hilo del pitón cuando no fuera de cacho, al que retrasa la pierna escondiendo además su valor,  al que descarga la suerte, al que trata de engañar al respetable utilizando todas estos trucos y algunas otras ventajas más, y que en no pocas ocasiones, desgraciadamente, sirven para encumbrar el destoreo.
  
Tan solo esto y poco más es lo que pretendo, y en su búsqueda confieso haber asistido como penitencia a una buena cantidad de espectáculos, en los que poco o nada de lo pretendido he encontrado.

Y como sé que lo que pido es poco y estoy dispuesto a perseverar en el empeño, espero y acepto la penitencia que me sea impuesta.

Amén


6 comentarios:

  1. Hermano en la fe taurina, no temas por pecar de exigencia extrema, ni de pedir imposibles a otros hermanos, porque todo lo que pides ha existido y hasta lo hemos podido disfrutar con nuestros ojitos, aunque ya sabes que otros nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. Y eso no hay quien lo pase.
    Amén

    ResponderEliminar
  2. Bueno Enrique, si tampoco pido tanto. En el fondo son pecados veniales, pero no está de más confesarlos de vez en cuando. Además seguro que ya estoy perdonado, aunque sólo fuera por las penitencias que nos tragamos año tras año...
    Así sea.

    ResponderEliminar
  3. Juselín, yo te digo lo mismo que Enrique, no peca quien pide lo que debe ser. Peca el que escamotea lo debido y el que ofrece gato por liebre... Como decimos aquí: "el que no conoce a Dios, a cualquier santo se le hinca...". Es por eso que no pecamos por pedir, porque algo de lo que debe ser alcanzamos a ver... Así sea...

    ResponderEliminar
  4. Xavier, como se suele decir, en el pecado llevamos la penitencia. Más que pecadores somos penitentes, y la penitencia es todo lo que vamos viendo en el camino que conduce a "la verdad"... (Esto si que es místico)

    ResponderEliminar
  5. Juselín: lo que pides tu es lo que pedimos muchos sin obtener respuesta alguna. Esto ocurre porque por desgracia mucho del público que va hoy a las plazas ha sido educado en la fe del destoreo, de la fe en los "figuritas" (porque actualmente no hay figuras de verdad), de la fe en los medio-toros, de la fe en el "empaque" de Manzanares y el "poderío" del Juli...

    Otros, como usted y como yo, hemos sido educados en la fe del toro de verdad, que tenga la casta y la presentación adecuada, en toreros que si se juegan el tipo cada tarde y que no intentan engañar, en la suerte de varas bien realizada, en un público entendido que sabe lo que ve y no se deja engañar... Pero será que estamos en una fe equivocada, que somos unos blasfemos y que pedimos cosas por pedir... Será eso.

    Enhorabuena por la entrada y por el blog. Un saludo desde "el secreto de la bravura".

    ResponderEliminar
  6. Alberto, en primer lugar muchas gracias por tu comentario.
    Más que blasfemos, lo que suele ocurrir cuando uno se aparta aunque sea mínimamente de la ortodoxia, taurina en este caso, es que corre el riesgo de ser considerado un sectario o directamente un hereje.
    Y yo por lo menos no tengo sensación de pertenecer a ninguna secta, por más que desde la ortodoxia taurina se quiera pintar así.
    Será que solo somos pecadores y por lo tanto penitentes.

    Un saludo

    ResponderEliminar