sábado, 7 de diciembre de 2013

Joaquín Navarro “Quinito”



Es tiempo de lecturas…
  
El nombre del diestro de la sevillana calle de San Pablo, evoca la visión de una tragedia sangrienta, en la que se hundió el cartel de un bravo torero madrileño, adquirió celebridad un notable ejemplar de Otaolaurruchi, y se puso de relieve el dominio que por sus facultades e inteligencia, tiene sobre los toreros Joaquín Navarro “Quinito”.
Todos los que a la corrida del 30 de Septiembre de 1906 asistimos, recordamos las amarguras que un excelente torero de la villa y corte padeció al lidiar al toro “Indiano”, que puso fin a los apuros del torero infiriéndole gravísima lesión, y todos recordamos el momento en que “Quinito”, recogiendo la muleta y el estoque que en el suelo dejara el compañero que en brazos de las asistencias era llevado a la enfermería, se dirigió al astado que, retador, hollaba fiero la soleada arena de rojo teñida por la sangre de un valiente.
Cuando Joaquín sonriente e impávido se acercó al astado, el público presagiaba la repetición del drama; mas “Indiano”, el toro difícil, el que en la estimación del público era un marrajo indigno de muerte decorosa, pareció transformado y se dejó trastear con suavidad por Joaquín, que evidenció en su faena sosegada y sabia, sus facultades e inteligencia, para lidiar un toro bravo, cosa no tan fácil como parece y único “defecto” del que momentos después rodaba certeramente herido.
Y aquí debo dar por  terminada mi misión, que hallábase reducida a deciros quién es “Quinito” como torero, y con lo expuesto se ha dicho todo lo que de él se puede contar.
El trágico momento de nuestra fiesta, que acabo de evocar, os dice más de lo que yo manifestaros podría, pues os patentiza que el diestro sevillano de quien me ocupo, es ante todo y sobre todo, un torero inteligente y fácil.
Un torero “fácil”, ¡he aquí la palabra! Un torero excesivamente fácil, tanto, que esta condición envidiable le perjudica ante los públicos indoctos que inaprecian el valor de las faenas del diestro, al no ver esfuerzo alguno en ellas, al no advertir la menor contracción muscular en el artista.
Un torero fácil, que alcanzará sus mayores triunfos, el día en que tropiece con toros grandes y difíciles, que otros diestros no podrían lidiar, sin correr grave riesgo de fracaso. Un torero fácil, cuya labor enseña al profesional y debe ser estudiada por el aficionado. Un torero fácil y largo a quien las negras aguas del apuro apenas habrán mojado la zapatilla, cuando a otros lidiadores les lleguen al cuello.
Un torero fácil, en fin, que no sabe, como otros muchos, de fantasía ladrona de aplausos y gallardías de funámbula, pero que conoce como ninguno la lidia que debe dar a cada toro que salga de esa caja de Pindaro de la fiesta hispana, llanada chiquero.
Para terminar, es Joaquín Navarro un hombre que si es fácil como torero, “fácil” y “agradable” lo es en su trato particular.
Grandes deseos tenemos muchos aficionados de verle en Madrid. Pero ¡Por Dios! que el día que venga le acompañen en la Plaza cualquiera de los fenómenos del día y que los toros sean grandecitos, con pitones y con los cinco abriles cumplidos. ¡Por él nos alegraríamos!
Seguro estoy de que Joaquín se convertiría en formidable lobo de playa. ¿Quiénes recibirían el baño?...¡la temporada empieza! ¡callemos: ella lo dirá!...
Que esta es mi opinión sincera y leal , lo juro por la cruz que formo con esta pluma y una banderilla de Rafael “El Guerra”, que como oro en paño guardo en la casa solariega e infanzona de mis mayores, y por el nombre que bajo estas líneas estampo, para “honra” del elegante “ Álbum del Abono de Madrid”.

Don Gonzalo


Extraído del Álbum del Abono de Madrid de 1914

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