lunes, 13 de diciembre de 2010

De antitaurinos y otras hierbas (y VI). Sin difusión…¿no hay afición?





Es evidente que la corriente antitaurina gana posiciones cada día que pasa.
Y es relativamente sencillo convencer a un “indiferente” para que adopte una postura prohibicionista.
Basta  un montaje, una  presentación, o cualquier audiovisual  que fuera del contexto de una corrida de toros muestre imágenes sangrientas o de sufrimiento del animal para ganar algún adepto a la causa.

La desinformación y la falta de difusión de los espectáculos taurinos son el caldo de cultivo para que un indiferente pase a engrosar las filas del prohibicionismo militante.

Es difícil, y en algunos lugares prácticamente imposible, ver una corrida de toros por televisión. Y la televisión, y me refiero a los canales generalistas, es imprescindible para hacer llegar al público (a lo que llamamos “gran público”) el espectáculo taurino en toda su extensión, contrarrestando así la utilización sesgada de determinadas imágenes que, evidentemente, se producen en cualquier plaza de toros.

Quien contrata un canal de pago sabe lo que compra y lo que quiere ver, por eso se hace necesario que las televisiones comerciales o generalistas vuelvan a retransmitir espectáculos taurinos que potencialmente lleguen a cualquier rincón y por tanto a cualquier espectador.

Otra muestra de hipocresía e incongruencia de la situación actual es el  veto a la retransmisión de corridas de toros  en horarios de protección a la infancia. Es suficiente  dar una vuelta por la televisión en esos horarios supuestamente protegidos para ver toda clase de escenas violentas, telenovelas con argumentos imposibles de digerir, programas del corazón y demás vísceras en los que  personajes de difícil catalogación exponen sus miserias mientras se forran a costa del insulto y el cotilleo, lo que sin duda es un estupendo ejemplo para nuestros hijos que se encuentran así a salvo de contemplar en la pantalla la cruel  barbarie de las corridas de toros. Vivir para ver…

Si la gestión de una televisión privada es, como tal, privada, debemos reconocer que está en su legítimo derecho de programar lo que le resulte económicamente rentable o se ajuste a su línea editorial.

Sin embargo, podemos y debemos exigir a las televisiones públicas, y para eso entre otras cosas están sus órganos gestores, que den cobertura y difusión a espectáculos que forman parte de nuestra cultura y siguen contando con un elevado número de seguidores. Seguramente más que cualquiera de los espectáculos minoritarios que son informativamente mejor tratados que los taurinos.

Independientemente de la batalla que sin duda hay que librar en el terreno de las televisiones públicas, me desespera el inmovilismo y la falta de iniciativa  del mundo taurino más o menos oficial.
Gran parte de la culpa de estas y otras cuestiones que poco a poco van creando el estigma de persona cruel y violenta en quienes nos gusta la tauromaquia, la tiene el propio mundo taurino que, confiado en que una tradición secular y tan profundamente arraigada en nuestra cultura no puede estar en peligro de desaparición., no sabe, no contesta y no propone. Y esto en mi opinión es un gravísimo error.

¿Está el mundo de los toros, empresarios, ganaderos, toreros, público, aficionados…dispuesto a debatir con valentía posibles alternativas que en definitiva resten argumentos a las corrientes antitaurinas? ¿Cuáles? Sinceramente, no lo sé.

¿O es mejor la estrategia de atrincherarse hasta convertirse en especies en peligro de extinción confiando en que pase la tormenta?

¿Confiaremos únicamente en la transmisión de gustos y costumbres de padres a hijos como en la antigüedad?

¿Cuál es actualmente la edad media de los asistentes a una corrida de toros…?

Hay tantas preguntas que hacerse…

Desde luego, en la situación actual en la que no existen las corridas de toros en  la television pública nacional, no hay difusión, y solamente se habla de toros para mostrar imágenes fuera de contexto, muertos o heridos, estoy convencido de  que es cuestión de un par de generaciones, a lo sumo, para que veamos (vean) como la faena termina y nos dan la puntilla poniendo fin a una parte de nuestra cultura.

Y con esto doy por terminado (al menos de momento) este desvarío antitaurino que me he traído entre manos las últimas semanas, fragmentado en seis capítulos, seis.
Espero al menos que a algún visitante de esta bitácora le haya entretenido, informado, o al menos distraído de sus ocupaciones cotidianas.
Me consta que algún que otro “anti” se ha pasado por aquí a echar un vistazo al serial, y aún desconociendo su reata, encaste o procedencia, espero también que le haya servido para entender un punto de vista distinto al suyo, porque al fin y al cabo, ya sabemos que en esto de las opiniones ocurre como con los culos, que cada uno tiene el suyo.

9 comentarios:

  1. Juselín, enhorabuena por tus reflexiones “en serie” sobre los antitaurinos. No es frecuente leer en aficionados opiniones razonadas sobre los antis, y hacen falta esas reflexiones si queremos defender nuestra posición con inteligencia.

    Y sí, es verdad que algunos, los más activos y astutos, suelen visitar de vez en cuando y anónimamente nuestros blogs. Echan un vistazo, raramente opinan y tantean nuestros movimientos para seguir contraatacando la causa taurina con nuevos argumentos. Justo lo que no hacen los taurinos, no digamos ya la Mesa del Toro o quienes van a los debates en tv sobre toros sí/no.

    Luego, claro, están los antis más bocazas que dejan sus insultos en las webs taurinas y se largan. Pero esos son la tropa y no interesan.

    Saludos.

    PD: muy bueno y acertado tu post sobre cine y toros.

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  2. Quería determe y hacer hincapie en lo que dices acerca de la protección de la infancia. Y es que a ese respecto yo niego la mayor (de los que argumentan sobre la no adecuación de programar toros en horario infantil, quiero decir).

    A mi me parece que si se quiere proteger, educar y formar a la infancia, lo que hay que hacer es precisamente lo contrario: programar espectáculos y programas taurinos en horario infantil.

    Que mejor influencia para los niños que darles la oportunidad de acercarse a un mundo que implica multitud de valores (perseverancia, valor, solidaridad, capacidad para sobreponerse al dolor y sufrimiento, esfuerzo, trabajo duro, valores relativos al medio ambiente, etc).

    Que mejor para ellos que animarles a descubrir un elemento cultural de primer orden, genuino y característico (quizás lo más representativo) del país en que han nacido. ¿Cómo van a entender además su entorno cultural más cercano sin conocer, aunque sea remotamente, la tauromaquia (Goya, Picaso, Miguel Hernandez, Antonio Machado...)?

    Pues no, resulta que para el grupillo de analfabetos que nos gobiernan, lo que protege a la infancia es ocultarles la realidad, negarles la existencia de la muerte que camina de la mano de la vida, y convencerles de que el mundo animal se parece en realidad a una película de Disney.

    En mi opinión no hay que proteger a los niños de los espectáculos taurinos, en realidad lo que urge es proteger a los niños de todos aquellos que quieren hurtales todo este patrimonio que deberían heredar orgullosos y que de seguir así las cosas se perderá irremediablemente.

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  3. Juan, gracias.
    Creo que los aficionados y el mundo taurino en general tenemos la obligación, no de defendernos, sino de explicar y difundir.

    La asociación de ideas “Toros=caspa, barbarie, incultura y España Cañí”, es tremendamente perjudicial e injusta. (Para empezar porque tampoco entiendo la connotación negativa de “España Cañí”, que más que un pasodoble es una obra maestra…pero bueno, eso será otro tema.

    Como digo, me molesta mucho la actitud de acochinamiento en tablas que parece adoptar este mundo taurino, y que además debería ir en contra de sus principios.
    Habrá que explicar las cosas educada y razonadamente, y por qué no, con grandes dosis de empatía, de la que creo carece el antitaurinismo.

    saludos

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  4. Oscar, coincido con lo que dices, pero yo haría una matización en cuanto a la protección a la infancia.
    El que debe proteger en cualquier caso es el entorno familiar.
    Padres, Madres…deberían ser los que filtren la información que les llega a las criaturas.
    A mi en ningún caso se me ocurre enchufar a mis hijos a una telenovela o a ”Sálvame”, programas ambos incluidos dentro de la famosa franja horaria de protección.

    Pero también debo decir que es cierto que conozco casos de “traumas infantiles” en personas que de muy niños se les ha quedado grabada una imagen negativa y desagradable de las corridas de toros, lo que les ha convertido en antitaurinos practicantes.

    Todo debe tener su justa medida, y los padres deberían saber si sus hijos están o no suficientemente “maduros” para presenciar un espectáculo cruento.
    Creo que una edad adecuada podría ser en torno a lo que antes se llamaba “tener uso de razón”, que venía a ser la edad de la primera comunión.
    Antes de esa edad no creo que lleguen a percibir mínimamente lo que están viendo en una plaza de toros, lo que a la larga podría ser incluso perjudicial.

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  5. dices que terminará esa horrible fiesta criminal en 2 generaciones,,que Iluso, eso seria si hubierais estado como hasta ahora,sin redes de difusión, 2 años la quedan amigo taurino

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  6. Juselin, llevas razón en lo de que deben ser los padres los que decidan para qué y para qué no están preparados sus hijos, es más, me resulta bastante molesto ese intento que hay por parte del estado (administraciones públicas) de interferir (y a veces substituir) ámbitos que deberían ser exclusivos de los padres. No era por tanto mi intención decir que sean las administraciones quienes decidan cómo proteger a los hijos, sino que las políticas que defienden los derechos de los menores no son las que tratan de ocultarles la realidad, sino aquellas que evitan hurtales una parte esencial de su patrimonio cultural (la tauromaquia).

    En relación a lo de los traumas, puede que tengas razón, no obstante hay maneras de acercar a un niño al mundo de los toros de manera apropiada a su edad (algo que no estaría tampoco mal que se hiciese en los colegios, igual que se les introduce a otras manifestaciones culturales).

    Dices que aproximadamente los 9-10 años es una edad adecuada para presenciar una corrida de toros, pero antes, durante y después de esas edades a mi me parece interesante (y nada traumático) que se muestre a los niños cómo se cría el toro bravo, determinadas labores camperas y otros aspectos relativos al mundo del toro que no sean el espectáculo cruento en sí.

    Un saludo

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  7. Oscar, totalmente de acuerdo.
    En cuanto a la edad, cuando yo era niño, se decía que se adquiría el uso de razón a los 7 años (que es cuando se hacía la comunión)... no a los 10, como ahora.
    Ahora vamos muy adelantados para unas cosas y muy atrasados para otras

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  8. Juselín:
    Seguramente que tú, Juan, Óscar y ahora yo mismo, seamos unos bárbaros incivilizados, admitamoslo, y el motivo no es otro que el que nos llevaron a los toros desde muy pequeños, a mí con pañales. Quizás esa barbarie es la que nos impulsa a defender esta afición con la palabra, intentando mostrarla a los demás y no queriendo imponérsela a nadie, sólo pedimos que nos la dejen seguir disfrutando. Quizás esa barbarie es la que nos impide corear insultos sobre la madre de quien sea, o sobre la condición sexual de alguien o pidiendo que los partidarios de unos toreros nos practiquen sexo de un tipo o simplemente deseando su muerte. Esa es parte importante de nuestra barbarie. Yo soy muy aficionado al fútbol, una vez cada quince días me paso unas horas en el Manzanares y es otra de mis pasiones, pero no acabo de asimilar ciertos comportamientos de los aficionados. Los aficionados a los toros somos unos bárbaros que leemos, vemos películas, algunos dibujamos, escribimos y hablamos de toros, sin noción del tiempo. Vamos a los toros y cuando no hay, ocupamos nuestro tiempo con ellos, viajamos para verlos en el campo y como bárbaros y primitivos que somos, adoramos a un animal como un tótem sagrado que queremos proteger y conservar y con él todo su entorno y su forma de vida.
    Es una fiesta con muchos inconvenientes y problemas que hay que solucionar, por supuesto, pero que está constituida de una forma que hace comprender a un niño, ese que la administración se empeña en proteger, lo que es el esfuerzo, la vida, la muerte, el respeto a la vida, a las normas, a los animales, a las personas, a una tradición, a una historia y a tantas cosas.
    No sé si tendrás hijos, pero yo a los míos, sin imponerles absolutamente nada, les estoy mostrando cual es mi pasión y el por qué de ella. Luego serán aficionados o no, pero será porque no les interese, no por ignorancia. Nosotros creo que sólo tenemos una forma de ayudar y es mostrando este mundo a todo el que muestre un mínimo interés. Y de momento la batalla de la tele parece perdida. Quizás si volviera a ser un espectáculo fortalecido e íntegro, mucha gente se acercaría.
    Un saludo

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  9. Enrique, si tengo hijos, pequeños, y al menos por el momento ven con naturalidad mis aficiones taurinas.
    Aunque de momento confieso que no me atrevo a enfrentarles a una corrida en vivo y en directo, no hay encierro o similar que se pierdan cuando nos cae a mano.
    En cuanto a dar por perdida la batalla televisiva, no puedo estar de acuerdo.
    Si se trata de medir audiencias, vamos a programar corridas de toros y midamos el resultado. Se trata simplemente de números. Si tiene seguidores (audiencia) deben difundirse. Si por el contrario, la audiencia es escasa, al menos habrá una razón objetiva para dejar de programar corridas de toros.
    Mientras tanto, la ausencia de difusión obedece simplemente al criterio subjetivo de algunos salva-conciencias (volvemos una vez mas al tema) que atendiendo a su (¿superior?) criterio, deciden lo que es moralmente recomendable.
    Al menos que me permitan estar en contra de sus “moralizantes criterios” y manifestarlo aquí.

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