Garapullos, rehiletes, palitroques, avivadores…en definitiva, banderillas. Y por extensión banderilleros.
Según la Real Academia de la Lengua Española , la banderilla, además de una tapa de aperitivo pinchada en un palillo, es el Palo delgado de siete a ocho decímetros de largo, armado de una lengüeta de hierro en uno de sus extremos, y que, revestido de papel picado y adornado a veces con una banderita, usan los toreros para clavarlo en el cerviguillo de los toros.
Y el banderillero es el torero que pone banderillas, ya sea al cuarteo, a la media vuelta, al sesgo, a la carrera, a trascuerno, al recorte o incluso a topa carnero, la mayoría de ellas suertes en desuso, todo hay que decirlo.
Dejando a un lado la práctica en su ejecución, en la que se confunde con demasiada frecuencia el cerviguillo con cualquier otra parte de la anatomía del animal (…hasta en el trasero las he visto…), el protagonismo en el tercio corresponde por lo general a los subalternos de la cuadrilla. Y a partir de ahí es donde surge la división de opiniones.
El matador, como maestro y jefe de la cuadrilla puede optar por ser él mismo el que tome los palitroques.
Vaya por delante que no estoy en absoluto en contra de que sea él quien ponga las banderillas, al contrario, pienso que una buena ejecución del tercio al fin y al cabo enriquece y adorna la faena.
Evidentemente, cualquier espada está capacitado para poner banderillas de forma más o menos artística, pero son los conocidos como toreros banderilleros los que suelen ejecutar la suerte provocando como digo la correspondiente división de opiniones.
Si cada plaza tiene su público y cada público tiene sus peculiaridades, es en el tercio de banderillas donde probablemente se observan las diferencias más curiosas.
Lo que en unas plazas es jaleado y festejado con gran alboroto y acompañamiento de palmas y música, pudiendo provocar la bronca si el aludido no se da por enterado, en otras al contrario la descomunal bronca puede armarse en cuanto el maestro manda despejar el ruedo.
Ha habido y hay destacados integrantes de esta particular cofradía, en la que como en botica, los hay desde geniales a malos pasando por buenos y regulares, pero en cualquier caso debemos reconocer que están en su perfecto derecho de asumir el protagonismo en este tercio de la lidia.
Lo que sucede a menudo es que a la vista del resultado, el espectador se dice a sí mismo, o se lo casca al vecino, que pa eso se hubiera quedao donde estaba, pues además de restarle al subalterno su momento merecido de lucimiento (otras veces, no hay más que verlo, es un “marrón” menos) lo que realmente ejecuta el maestro es el conocido “truco del garapullo”, genial término parido por el recordado Joaquín Vidal y que viene a cuento de aquellos toreros banderilleros que, jaleados o no por su público, toman los palitroques para ganarse a los tendidos, gradas y andanadas si las hubiera, a base de aspaviento va y carrerita viene.
Y debemos reconocer que el truco muchas veces funciona. Desatado el jolgorio en las gradas, y más cuando la terna en pleno es cofrade, la inercia aplaudidora se prolonga como quien no quiere la cosa al siguiente tercio, con lo que el truco da su resultado.
A mi particularmente que ejecute esta suerte el matador no me supone ningún disgusto, al contrario, pero si bien es cierto que, a veces, se han visto grandes (enormes) pares de banderillas a cargo del maestro, no deja de ser menos verdad que otras muchas es mejor que se hubieran quedado agarrados al olivo.
Pero al fin y al cabo debemos reconocer que están en su derecho…
Y dadas las fechas a las que nos acercamos, termino esta entrada aprovechando para felicitar las fiestas a los que pasan por aquí (a los “antis” también, claro, sobre todo a los que durante estos días comen cordero, cabrito, cochinillo, pavo…), con el deseo de que el próximo año sea siempre mejor que este que ya se nos va marchando.
Juselín:
ResponderEliminarYo tampoco estoy en contra de que los banderilleros pareen, pero sí lo estoy si lo hacen peor que los peones. No se puede convertir en un numerito más, en lo que acertadamente llamas el truco de las banderillas. Este tercio lo han vanalizado los matadores banderilleros que no saben poner banderillas. Desde los tiempos de Paquirri, Paco Alcalde, Ortega Cano, Morenito de Maracay o Niño de la Taurina, hasta los Fundi, Fandi, Padilla, Ferrera y demás que queman la moto a base de carreras y acelerones. En su momento no me disgustó por momentos Esplá o Mendes, pero sin volverme loco. El que el matador ponga banderillas debe ser algo excepcional. O bien porque el toro lo permite, o porque es un marrajo que no se deja de ninguna forma y entonces el matador decide enseñar como se parea a un toro imposible. Vamos, que estas circunstancias tienen que ser una lección de toreo. Muchas felicidades también para ti y que en el año que viene sigas teniendo la misma fuerza y sabiduría.
Un saludo
Yo, que soy de los que pasan por aquí, me doy por aludido y también os felicito la Navidad a tí y tus lectores: Feliz Navidad y próspero 2011.
ResponderEliminarBuena entrada. Da mucho coraje ver como el ruedo se llena de banderillas cuando hay un toro manso, o uno que sea un poco espabilao. Que hombre, no creo yo que sea tan difícil conocer las diferentes maneras de poner banderillas y con que toros puede realizarse una suerte u otra. Pues esto pasa una tarde sí y otra también.
ResponderEliminarYo también paso periódicamente por aquí. Te deseo Feliz Navidad y buen 2011.
Saludos
Pues lo dicho, que el próximo año nos traiga muchos cárdenos y muchos jaboneros, pero sobre todo mucha casta y mucha bravura.
ResponderEliminarPor cierto, Enrique, fuerza no sé, pero sabiduría nada, por decir algo.
Tengo muuuucho que aprender de todos vosotros.