martes, 2 de noviembre de 2010

De antitaurinos y otras hierbas (III). La Tauromaquia es Arte y es Cultura



Para centrar un poquito el tema artístico y cultural y que nadie se me ponga nervioso, traigo aquí unas definiciones aclaratorias:

Arte:
Se llama comúnmente arte, en sentido propio, a cualquier actividad humana cuyos resultados y procesos de desarrollo pueden ser objeto de juicio estético.”

Cultura:
“Conjunto de elementos materiales o inmateriales (lengua, ciencia, técnica, tradiciones, costumbres, modelos de comportamiento) que socialmente transmitidos y asimilados, caracterizan a un determinado grupo humano respecto a otros”.

Que la Tauromaquia es cultura es algo incuestionable. No creo que alguien pueda encontrar argumentos medianamente sostenibles para ponerlo en duda.
Y además es cultura profundamente arraigada en la mayor parte del territorio español,  Portugal (con sus peculiaridades), zona sur de Francia y prácticamente toda hispanoamérica, como herencia de la cultura española.
Incluso la lengua española está plagada de expresiones de origen taurino que se han incorporado al habla cotidiana.
Coger el toro por los cuernos, ver los toros desde la barrera, entrar al trapo, salir por la puerta grande, dar una larga cambiada…hasta el rabo todo es toro.

Aunque puede ser más subjetivo, tampoco creo que se pueda cuestionar que es un arte. Y como en toda manifestación artística, lógicamente hay artistas de todo tipo, unos mejores y otros peores.
Quien haya tenido la suerte de ver torear a José Antonio Morante Camacho, el de La Puebla, entenderá perfectamente lo que es el ARTE. Y además de ser un arte mayor en si mismo, la tauromaquia es la madre de otras muchas expresiones artísticas. Prácticamente en cualquiera de las manifestaciones  que son consideradas como arte encontramos representación de la tauromaquia. Desde la pintura a la escultura, el cine, teatro, literatura, etc. En todas ellas encontramos abundantes referencias taurinas.

También es evidente que es una manifestación cultural y artística pero cruenta, aunque no necesariamente cruel. A veces, cuando voy a los toros, miro a mi alrededor a ver si descubro caras hambrientas de sangre,  asesinos en potencia o incluso en serie…y solo veo gente normal (habrá de todo, supongo, como en botica).

No me produce ningún placer ver sangrar por la boca a un toro después de un infame bajonazo. Es más, me desagrada, y como a mi, a la inmensa mayoría de las personas que acudimos a ver una corrida. No se trata de eso como parecen empeñarse en querer demostrar desde algunos sectores. No es eso.
Aunque para alguien desconocedor de este mundo pueda resultar paradójico, me gusta ir a “los toros” porque me gustan los toros, y me refiero al animal como eje de la Tauromaquia. Y me gusta, me emociona y a veces incluso me conmueve el arte taurino.

Pocos como el reciente Premio Nobel Mario Vargas Llosa para expresarlo...

"Los enemigos de la Tauromaquia se equivocan creyendo que la fiesta de los Toros es un puro ejercicio de maldad en el que unas masas irracionales vuelcan un odio atávico contra la bestia. En verdad detrás de la fiesta hay todo un culto amoroso y delicado en el que el toro es el rey (...)
Seguiré defendiendo las corridas de toros, por  lo bellas y emocionantes que pueden ser, sin, por supuesto, tratar de arrastrar a ellas a nadie que las rechace porque le aburren o porque la violencia y la sangre que en ellas corre les repugna.
A mi me repugnan también, pues soy una persona más bien pacífica. Y creo que le ocurre a la inmensa mayoría de los aficionados. Lo que nos conmueve y embelesa en una buena corrida es, justamente, que la fascinante combinación de gracia, sabiduría, arrojo e inspiración  de un torero, y la bravura, nobleza y elegancia   de un toro bravo, consiguen, en una buena faena, en esa misteriosa complicidad que los encadena, eclipsar todo el dolor y el riesgo invertidos en ella creando unas imágenes que participan al mismo tiempo de la intensidad de la música y el movimiento de la danza, la plastisidad pictórica del arte y la profundidad efímera de un espectáculo teatral, algo que tiene de rito e improvisación, y que se carga, en un momento dado, de religiosidad, de mito, y de un simbolismo que representa la condición humana (...)"
No creo que tengamos que dar más argumentos ni pedir perdón por nuestra afición.
El sufrimiento del animal, siempre visto desde la óptica del ser humano, y por tanto de forma totalmente “humanizada” y subjetiva (“Tauroética”, de Fernando Savater) en mi caso está justificado.

3 comentarios:

  1. Juselín:
    Poco o nada se puede añadir a esta presentación de principios tan bien planteada. Donde además has mostrado lo objetido y lo subjetivo claramente y que cada uno saque sus consecuencias. Pero sí me gustaría comentar que lo de la tradición, como dicen los antis, puede no ser un argumento del todo aceptable, pues puede haber tradiciones bárbaras y que es mejor eliminar, pero en los toros, además de ser una tradición que nos identifica en todo el mundo y de ese amor por el toro que el anti no llega ni aimaginar, también está todo lo que nace a partir del toreo desde hace siglos. Cuanta literatura, pintura, escultura, música o cine, ha nacido a partir del toreo. Un espectáculo que enunciado friamente puede provocar rechazo y repulsión en el que aparece la sangre, la muerte y a veces el sufrimiento humano hasta sus últimas consecuencias, genera sentimientos y sensibilidades más proximos a la belleza y la estética que a cualquier otra expresión del hombre.
    Pero como ya te dije, es un simple comentario porque nada se puede añadir a tu entrada, que es perfecta y sincera.
    Un saludo

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  2. El título de la entrada viene a cuento de la conocida frase antitaurina “la tortura no es arte ni es cultura”.
    Desde luego que estoy de acuerdo contigo en que hay tradiciones que no tendrían que perpetuarse por el mero hecho de ser eso, tradiciones.
    Sin embargo si creo que formen parte del acervo cultural de un grupo social.

    Tirar una cabra desde un campanario, con todo lo que de aberrante pueda tener y tiene, forma parte de la cultura de quien lo practicaba, aunque nos pese. Quiero decir con esto que la cultura no se debería confundir con el concepto que solemos tener de “lo culto”, aunque en la Tauromaquia, en mi opinión, si se conjugan “lo culto” con “la cultura” como tradición.

    No sé si me he explicado acertadamente, pero no sigo que me lío…

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  3. Juselín:
    Te explicas a la perfección y ya te decía que no tenía ánimo de añadir nada a este texto, no hay lugar y sería redundante. Y yo también estoy de acuerdo en lo de cultura y el término culto. Esa es además una de las magníficas contradiciones del toro, nace del medio rural, muchos de sus actores carecen a lo mejor de cierta cultura, pero al mismo tiempo son capaces de desplegar una gran cultura y en otros casos también son capaces de asimilarla. Creo que lo debemos dejar aquí, porque si no sí que nos vamos a enrededar de tal forma que no nos va a desenganchar nadie.
    Un saludo

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