miércoles, 24 de noviembre de 2010

De antitaurinos y otras hierbas (V). ¿Desaparecerá el toro de lidia?


Vaca de raza Morucha

Opiniones en uno y otro sentido. ¿La prohibición de las corridas de toros implicaría la desaparición del toro de lidia?

Dado que el asunto es extraordinariamente complejo, trataré de dar mi opinión y hacer una síntesis de las diferentes hipótesis y teorías que conozco sobre la cuestión, para situarnos en el tema sin complicarnos en exceso.
Dejando a un lado el origen del toro de lidia, procedente del Bos Taurus, que a su vez desciende del Uro, algunos autores consideran la fiereza y la agresividad como rasgos característicos de este primitivo antepasado, que fue domesticado y seleccionado a partir de los individuos que presentaban esa característica en menor medida, resultando mansos, dóciles y más aptos para su manejo. Según esto, el toro de lidia conservaría esos caracteres primitivos heredados de sus ancestros, y las razas carentes de bravura o mansas, serían las obtenidas mediante selección.
Otros autores consideran al contrario que en la especie bovina la fiereza es una anomalía genética presente en algunos individuos de los que mediante selección se llegaría a la raza de lidia.

En cualquier caso, el toro de lidia  es considerado como una raza bovina para algunos, como una sub-raza para otros o como una super-raza (o  un grupo genético diferenciado) para otros, entre los que me incluyo. En mi opinión las tres teorías tienen  argumentos razonables, si bien personalmente deduzco,  de lo poco que he leído sobre la materia, que deberíamos considerar al toro de lidia como una super-raza, meta-raza o un grupo genético perfectamente diferenciado.

Está científicamente demostrado que lo que podríamos llamar “distancia genética” existente entre individuos pertenecientes a distintos encastes de la raza de lidia (no necesariamente lejanos genéticamente) en muchos casos es mayor que la que existe entre individuos pertenecientes a diferentes razas tradicionalmente consideradas como tales.
Para oscurecer algo más el debate, tampoco hay una definición exacta en zoología que ponga a todos de acuerdo sobre lo que se considera como raza, por lo que el argumento antitaurino de que el toro de lidia no debe ser considerado como una raza en si misma, y que  por lo tanto la prohibición no supondría la extinción de una raza, es harto discutible, por no decir abiertamente que es falso.

Si nos atenemos al epígrafe dedicado al toro de lidia en la guía de razas autóctonas del Ministerio de Agricultura,  con estrictos criterios etnológicos no se podría considerar como una raza, ya que los caracteres y rasgos morfológicos aparecen mezclados y con marcada variabilidad entre unos individuos y otros, incluso el carácter común de la bravura tiene tan amplia gama de manifestaciones que dificulta alcanzar una fidelidad racial, no obstante, la raza de lidia es universalmente admitida como tal. Factores ambientales, zoológicos, sociológicos, culturales y artísticos han intervenido en la formación y moldeado de esta raza especial y diferente”.
También la Administración define los caracteres morfológicos que deben reunir los ejemplares de cada una de las consideradas como castas fundacionales del toro de lidia.

Es evidente que resulta  posible el cruce entre el toro de lidia y otras razas bovinas dando lugar a lo que en algunos lugares se denomina ganado “de media casta”, generalmente en el cruce con razas procedentes del tronco ibérico en la zona centro, o morucha, retinta, marismeña, etc, aunque cualquier combinación es viable incluso más allá de la primera generación.
Como decía al principio, existe la hipótesis de que el toro de lidia proviene de la selección de determinados caracteres genéticos de fiereza y agresividad (y de los que resultaría la bravura como la entendemos en la actualidad) de determinadas razas tradicionalmente criadas por su aptitud para la producción de carne.

Según esta teoría,  mediante la selección de aquellos ejemplares particularmente agresivos, se llegaría a la actualmente considerada como raza de lidia. El proceso inverso sería entonces teóricamente viable mediante una nueva selección de esa característica de agresividad y fiereza que, bien como anomalía genética o no, se da en muchas razas bovinas productoras de carne. Por lo tanto, según esta hipótesis, el toro bravo sería “recuperable” tras una hipotética desaparición a partir de ganado destinado a la producción de carne, si bien su bravura, con toda probabilidad, no sería igual a lo que hoy en día se considera como tal.
Desde ese punto de vista, hay autores que consideran al toro de lidia como una sub-raza de la raza bovina. A favor de esta teoría podemos tomar como ejemplo el hecho de que  muchas personas que observaran un ejemplar de razas como la  morucha, negra ibérica, negra andaluza, retinta, etc, tendrían verdaderas dificultades para distinguirlas visualmente de la raza de lidia, llegando a resultar imposible en muchos casos,  sobre todo tratándose de hembras o machos jóvenes.
Incluso en animales de estas y otras razas se encuentran anomalías genéticas en algunos individuos de manera que resultan especialmente agresivos.

Sin embargo, existe otra teoría que, partiendo prácticamente de los mismos razonamientos, considera al toro de lidia como una super-raza o un conjunto de razas, de acuerdo con sus características morfológicas diferenciables.
Resultan evidentes las diferencias morfológicas entre un ejemplar tipo de casta Navarra con, pongamos por ejemplo, un ejemplar de procedencia Santa Coloma-Buendía.
O los procedentes de casta Cabrera (Miura) con ejemplares de procedencia Vazqueña-Veragua, por poner solamente dos ejemplos de los muchos que nos podamos imaginar.

No solo son evidentes las diferencias en cuanto al fenotipo. Hoy en día es posible con un simple análisis de ADN, determinar casi con una probabilidad del 100% el encaste al que pertenece un ejemplar.
Se trata simplemente por lo tanto de un asunto de nomenclatura, ya que  lo que denominamos castas o incluso encastes, podrían ser  considerados perfectamente como razas, líneas, estirpes, o en definitiva, grupos genéticos.

En resumen, resulta muy arriesgado aventurar si la abolición de la Tauromaquia llevaría inexorablemente a la desaparición del toro de lidia.
De lo complejo del asunto, y a pesar de la postura oficial expresada por la actual Administración en el sentido de que la pervivencia de la raza estaría en cualquier caso garantizada, yo personalmente tengo algo más que dudas razonables de que esto sea así.
En  mi humilde opinión, la prohibición si traería consigo la desaparición a medio plazo de la raza de lidia, con la pérdida paulatina de su patrimonio genético.
La conservación de la raza de lidia requiere además entre otros aspectos  una dedicación económica que sería insostenible en ausencia de festejos taurinos.

La visión utópica dibujada por no pocos abolicionistas tras la desaparición de las corridas de toros, de una existencia  libre y salvaje del toro de lidia en dehesas convertidas poco menos que en reservas integrales, aparte de ser como digo utópica,  tiene tal carencia de fundamentos medianamente lógicos, que no merece mayor comentario que poner al descubierto su ignorancia en la materia y el desconocimiento de los procesos básicos que rigen  el funcionamiento de un ecosistema mantenido por la acción humana como es la dehesa.  
El elevado coste que habría que asumir para que esta quimera tuviera visos de realidad sería tan desorbitado que no sería entendible en ningún caso.

Que a partir de las razas de aptitud cárnica fuera posible en un futuro y mediante una complicada y costosísima selección, “crear” una raza de ganado agresivo o bravo, no tengo dudas de que eso fuera viable, pero en ningún caso es posible imaginar el resultado de esa “creación” en cuanto a que la raza resultante sea apta para la lidia.
Conceptos tradicionales como el trapío (ahora asimilado o sustituido por el fenotipo) o la casta (idem con el genotipo) dejarían de tener sentido en ese hipotético escenario de la re-creación de una nueva raza de ganado bravo.

Dejemos las cosas como están. Deberán ser los propios conservacionistas, entre los cuales también me incluyo, los que hagan el planteamiento de la más que probable desaparición del toro de lidia como raza (o super-raza) con sus caracteres morfológicos y genéticos actuales si prosperan los movimientos abolicionistas.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Los Toros según Paquiro



Releyendo la Tauromaquia de Paquiro, se encuentra uno con cosas interesantes y  curiosas. En algunos momentos no parece que estés leyendo un tratado escrito en el año 1836, y si no fuera por el diferente lenguaje empleado, podría pasar perfectamente por ser una publicación actual.

Por si acaso alguien que ha llegado hasta aquí desconoce de que estoy hablando, aclaro que “Tauromaquia Completa, o sea el arte de torear en plaza tanto a pie como a caballo, escrita por el célebre lidiador Francisco Montes, y dispuesta y corregida escrupulosamente por el editor”, tal y como reza en la edición de 1.836, aún siendo menos conocido que El Arte de Torear de José Delgado (Pepe Illo) publicado en 1.796, es probablemente el tratado sobre Tauromaquia más consultado por aquellos que con posterioridad aportaron su conocimiento sobre el mundo taurino.
Francisco Montes fue, tras la desaparición de Pedro Romero, Costillares y Pepe Illo, la figura dominante en el toreo durante el segundo tercio del siglo XIX.

Entre las muchas cosas interesantes que escribió Paquiro, voy a transcribir en parte el capítulo dedicado a las diferentes clases de toros.
Según él, los toros pueden ser boyantes, revoltosos, que se ciñen, que ganan terreno, de sentido y abantos.

“Se llaman toros boyantes, francos, sencillos y claros aquellos que, siendo muy bravos, conservan la sencillez  propia suya, y, por consiguiente, puede decirse de ellos que son los que tienen más pronunciadas   las inclinaciones con que la naturaleza marcó su especie. Estos toros son los más a propósito para todas las suertes: van siempre por su terreno; siguen perfectamente el engaño, y las rematan con tanta sencillez y perfección y tan sin peligro del diestro, que parecen, más bien que una fiera, un animal doméstico enseñado por él.
Los toros revoltosos, que algunos distinguen de los celosos, siendo en realidad unos, son aquellos que,  iguales en todo a los boyantes, sólo se diferencian de ellos en que tienen más celo por coger los objetos y, por consiguiente, se revuelven mucho para buscarlos, sosteniéndose con fuerza sobre las manos en toda clase de suertes y siguiendo con la vista el engaño o el bulto que, sin saber cómo, se les huyó de la cabeza. Estos toros son también muy buenos de torear, como veremos cuando se hable de las suertes, siendo las que se hacen con ellos tanto mas lucidas cuanto muestran más bravura y celo por los objetos que los boyantes, y no dan lugar, como aquellos, a perder de vista que son fieras.
Se llaman toros que se ciñen aquellos que, aunque toman cumplidamente el engaño, se acercan mucho al cuerpo del diestro y casi le pisan su terreno. Estos toros deben torearse con algún más cuidado, principalmente en los pases de muleta; pero, sin embargo, tienen sus suertes muy lucidas y seguras.

Los toros que ganan terreno son aquellos que cuando están en la suerte empiezan a caminar hacia el diestro, ya cortándole el suyo, ya siguiendo el terreno de afuera. Estos toros tienen dos géneros que importa distinguir. El primero se ve en aquellos que desde la primera suerte empiezan a ganar terreno, y, por consiguiente, se conoce que es modo natural suyo de partir. El segundo se observa en los que empiezan a ganar terreno después de haber hecho con ellos varias veces las suertes; estos deben torearse con más cuidado que los otros, pues el ganar terreno lo hacen con malicia, en virtud de haber sido burlados de antemano; sin embargo, tienen suertes muy seguras, pero cuando se les junta el rematar en el bulto son los mas difíciles de torear.
Los toros de sentido son aquellos que distinguen al torero del engaño, y, por consiguiente, desprecian a éste, no lo siguen, y rematan siempre en el bulto; alguna vez toman el engaño, pero es por fuerza, y su remate en el cuerpo del torero; aunque es difícil lidiarlos, también tiene el arte recursos para ellos.

José Delgado, Hillo, en su Tauromaquia, pone otra clase de toros de sentido, compuesta por los que atienden a todo objeto, sin contraerse especialmente a los que los cita o llama, pero que en las suertes son claros; y aunque respeto su dictamen, sin embargo, en esto padeció una equivocación, pues esta propiedad la tienen unas veces los boyantes, muchas los revoltosos, algunas los que se ciñen, pocas los que ganan terreno y siempre los abantos, pero nunca los verdaderos toros de sentido, siendo además una contradicción visible poner como clase de toros de sentido, cuyo distintivo es la malicia en las suertes, unas reses que, según él mismo, son claras en ellas.

Se llaman toros abantos aquellos que son medrosos por naturaleza, y los hay de varias clases: unos  lo son tanto, que conforme ven al torero se salen huyendo, de modo que no es posible hacer suerte con ellos; otros hay que arrancan y antes de entrar en jurisdicción se arrancan con prontitud, saliéndose de la suerte, ya por el terreno de afuera, ya por el de adentro, y a veces por el que ocupa el diestro, lo cual es el efecto del miedo que tienen; pero sin embargo lo pueden arrollar en este contraste; otras veces estos toros arrancan con prontitud y cuando llegan a jurisdicción, y en el mismo momento en el que el diestro va a cargarles la suerte, se quedan cerniendo en el engaño hasta que se escupen fuera o lo toman. Hay otra especie de toros abantos de que algunos hacen clase aparte con el nombre de bravucones, que son lo menos medrosos de todos ellos, pero que parten muy poco, y alguna vez al tomar el engaño rebrincan, y otras se quedan en el centro sin formar suerte. No me parece que estos toros deban formar una clase aparte, pues no son otra cosa que una especie de los abantos; sin embargo, José Delgado los pone como distintos.
Estas clases de toros son las únicas que, por sus propiedades particulares, merecen mucha atención para conocerlos perfectamente y ejecutar las suertes con seguridad.

Sin embargo, me parece oportuno decir alguna cosa de los toros burriciegos(…)
Haremos pues tres clases: los de la primera, que son los que ven mucho de cerca y poco o nada de lejos, tienen la contra para torearse de que, siendo preciso para que vean al diestro citarlos siempre sobre corto, y advierten distintamente muy cerca  de si un objeto que casi no saben por dónde ha venido, arrancan con mucha codicia y ligereza (…)
Los de la segunda clase ven poco de cerca y mucho de lejos; son muy difíciles de torear, porque, como no distinguen bien, arrancan al bulto todo lo que tiene delante, y por lo regular buscan el cuerpo, como objeto mayor y que ven mejor.
Los de la tercera son lo que tanto de cerca como de lejos ven poco; tienen la ventaja que rara vez observan el viaje y siguen al diestro hasta rematar, y si no fuera porque son muy pesados en todas las suertes y se aploman con facilidad, serían los mejores burriciegos."

viernes, 12 de noviembre de 2010

De antitaurinos y otras hierbas (IV). Esto no es nada nuevo.



Podríamos decir, sin riesgo de exageración, que desde los orígenes de  la Tauromaquia existen los antitaurinos.
A lo largo de los siglos han sido muy diversas las motivaciones que han llevado tanto a personas como a poderes públicos a oponerse a los toros,  pero en el fondo de todas ellas intuyo la costumbre tan española de querer imponer al vecino nuestros gustos y nuestra moral.
El razonamiento puede ser de lo más variado. Motivos religiosos, morales, éticos, económicos…cualquier excusa ha sido siempre válida para tratar de imponerse a los gustos de los demás que no compartimos.

Haciendo un rápido repaso, el origen conocido del antitaurinismo podríamos situarlo en el último tercio del siglo XV.
El teólogo Juan de  Torquemada, tío del gran inquisidor, consideró y declaró ilícita la práctica del toreo ya que consideraba que el hombre, cuya vida no le pertenece sino a Dios, no puede ponerla en peligro ante una fiera por mera diversión y entretenimiento.
Santo Tomás de Villanueva, religioso agustino,  refiriéndose al espectáculo “diabólico y bestial” de los toros promueve su abolición desde el púlpito de tal forma que el eco llega hasta  el Vaticano,  cuando el Papa Pío V anuncia la excomunión a los fieles que participaran en este tipo de espectáculos.
Esta corriente excomulgatoria es suavizada por Clemente VIII, también a finales del siglo XVI, limitando la prohibición solamente a los Clérigos y tolerando la participación en estos festejos al resto de los fieles.
En este mismo siglo surge una nueva variante del antitaurinismo, que dejando a un lado el aspecto religioso, hace mención al animal, siempre considerado como subordinado al hombre. En la opinión de Gabriel Alonso de Herrera, agrónomo y clérigo Talaverano, es inadmisible que un animal tan útil para el hombre en el campo pueda ser utilizado y diezmado en celebraciones y festejos.

Ya en el siglo XVII, Jerónimo Cortés, naturalista valenciano que publicó en 1672 su obra Tratado de los animales terrestres y volátiles y sus propiedades, dedica el  capítulo XII de su obra  “al Buey y sus provechos”. Según Cortés,  El demonio, como enemigo de nuestro bien, inventó el juego de toros  para que así ellos destripasen hombres. En estos tiempos se tiene como hazaña y valentía matarlos en tan peligroso placer como es el que llaman juego de toros.
En realidad no deja de ser una opinión, pero da pie a  un argumento que fue ampliamente utilizado por los detractores de la Tauromaquia durante siglos, el aspecto religioso. Curiosamente, se dibuja al animal casi como un enviado del diablo con la misión de destripar hombres (quizá de ahí derive el concepto de alimaña aplicado a aquellos toros que tienen determinados comportamientos durante la lidia, quien sabe…).
Pedro Pablo Abarca de Bolea, más conocido como el Conde de Aranda, personaje influyente y clave en muchos episodios de la historia de España, utilizó sus grandes influencias como Secretario de Estado de Carlos IV y Presidente del Consejo de Castilla para abogar por la prohibición de los festejos taurinos durante la segunda mitad del siglo XVIII, por considerarlo un  espectáculo sanguinario y perturbador de la economía, ya que obligaba a la gente a gastarse su dinero en esta bárbara diversión llevándoles  a privarse de sus verdaderas necesidades.

Ya en el siglo XIX llega a plantearse en las Cortes la posible prohibición de la Tauromaquia a petición del diputado Salustiano Olózaga. Según las crónicas, las graves cogidas y alguna muerte de toreros, en especial la de Pepete, en Madrid,  motivaron un gran debate sobre la conveniencia de prohibir las corridas de toros.

En 1877, el Congreso de los Diputados admitió a trámite  una proposición de Ley del Marqués de San Carlos por la que quedarían  abolidas las corridas de toros. El senado, en votación definitiva, no permitió que la proposición saliera adelante.
El mismo Marqués, por lo que deduzco contumaz antitaurino, volvió a la carga años más tarde presentando nuevamente su proposición en 1885, saliendo nuevamente derrotada.

Tras un largo período de relativa calma, si exceptuamos lo que podíamos llamar el antitaurinismo literario, en los primeros años del siglo XXI vuelven a resurgir los movimientos prohibicionistas, en los que aún siendo el fondo de la cuestión el  mismo, (esto es, el intentar prohibir lo que no me gusta a mí), cambian las formas en cuanto a la motivación. Desaparecidos los motivos religiosos, encuentran eco ahora los razonamientos que giran en torno a una supuesta ética  animalista.
En definitiva, no nos enfrentamos a nada nuevo, cambia únicamente la forma y el razonamiento, pero subyace en el fondo de la cuestión la costumbre tan española de decirle al vecino lo que puede, debe,  o no debe hacer.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La Trashumancia


Dada mi tendencia a no tirar, y por tanto acumular, papeles, documentos, textos, etc, me encuentro con un número de los “Cuadernos de la Trashumancia” editado por el extinto ICONA allá por 1990, sobre las comarcas de Albarracín (Teruel) y Serranía de Cuenca, y que dedica un capítulo a la trashumancia de ganado de lidia.
En estas fechas, después de Los Santos,  se llevaba a cabo “la vereda” tal y como se denominaba (y se sigue llamando) esta tradición ganadera por estos lares.
Partiendo de las frías tierras donde lindan las provincias de Guadalajara, Cuenca y Teruel, y nacen los rios Tajo y  Guadalaviar (Turia), aún hoy se sigue practicando la trashumancia con ganado bravo y con el mismo  objeto y fin que  oficializó el Honrado Concejo de la Mesta de Pastores en el lejano siglo XIII.
Las ya de por si difíciles condiciones para la cría de ganado en estas latitudes resultan insalvables durante el invierno, cuando se alcanzan las temperaturas mínimas extremas de España, mas propias de algún rincón inhóspito de Siberia.
La Vacada de Cesar Chico, de Terriente (Teruel) fallecido en 2.009, de origen y  procedencia Arranz (otro encaste en el fatídico borde de la desaparición), hoy a nombre de su hija Alicia continúa con esta ancestral actividad ganadera que dos veces al año trashuma en busca de alimento.
Durante el mes de noviembre, parten de los puertos de Orihuela vaqueros,  bueyes, vacas y becerros en un viaje que les llevará en busca de los pastos de otoño e invierno en la provincia de Jaén, donde llegarán después de más de cuatrocientos kilómetros y  veinte agotadoras jornadas.
Cuando empiecen a adivinarse las primeras briznas de hierba en estas serranías allá por el mes de mayo, volverán a coger el hato para retornar a sus lugares de origen.
No sé si nos resultará  fácil imaginar las dificultades que el movimiento de más de quinientos animales de lidia puede llegar a plantear en un viaje de estas características a través de Cañadas, Cordeles y Veredas en muchos casos repletas de intrusiones, obstáculos y  cruces con carreteras y vías férreas.
Incontables son también los buenos ratos y las anécdotas que atesoran los vaqueros en esos cientos de kilómetros recorridos dos veces al año en tantas ocasiones.
En el momento de redactar el texto al que me refiero, otra ganadería de la zona, la de Benito Mora, de Guadalaviar (también fallecido) realizaba anualmente el traslado.
La ganadería de Mora, procedente  de Coquilla y  refrescada  con sangre de origen Albaserrada, pasa tras el fallecimiento de D. Benito  a sus herederos, quienes según mis noticias han interrumpido, quizás definitivamente, la trashumancia hacia los pastos de invernada en Andalucía.

Sirvan estas añejas fotografías de hace más de veinte años, extraídas de los Cuadernos de la Trashumancia, para recordar a estos ganaderos, y a sus mayorales y vaqueros que en estas fechas se  encuentran plenamente dedicados en cuerpo y alma a su particular trashumancia.


El Puerto, Albarracín. Noviembre de 1990 presagia un duro invierno



Cañada de Huélamo(Cuenca)


Cañada de los Serranos, Huélamo.


Vadeando el rio Júcar





Cruzando la vía férrea Madrid-Alicante


Cruzando la carretera Nacional en La Roda (Albacete)


El junio, volverán a pastar  donde limitan las provincias de Teruel, Guadalajara y Cuenca


Para ampliar información sobre el tema os dejo el enlace a una gratificante web con gran cantidad de fotos y documentos sobre la trashumancia del ganado bravo

martes, 2 de noviembre de 2010

De antitaurinos y otras hierbas (III). La Tauromaquia es Arte y es Cultura



Para centrar un poquito el tema artístico y cultural y que nadie se me ponga nervioso, traigo aquí unas definiciones aclaratorias:

Arte:
Se llama comúnmente arte, en sentido propio, a cualquier actividad humana cuyos resultados y procesos de desarrollo pueden ser objeto de juicio estético.”

Cultura:
“Conjunto de elementos materiales o inmateriales (lengua, ciencia, técnica, tradiciones, costumbres, modelos de comportamiento) que socialmente transmitidos y asimilados, caracterizan a un determinado grupo humano respecto a otros”.

Que la Tauromaquia es cultura es algo incuestionable. No creo que alguien pueda encontrar argumentos medianamente sostenibles para ponerlo en duda.
Y además es cultura profundamente arraigada en la mayor parte del territorio español,  Portugal (con sus peculiaridades), zona sur de Francia y prácticamente toda hispanoamérica, como herencia de la cultura española.
Incluso la lengua española está plagada de expresiones de origen taurino que se han incorporado al habla cotidiana.
Coger el toro por los cuernos, ver los toros desde la barrera, entrar al trapo, salir por la puerta grande, dar una larga cambiada…hasta el rabo todo es toro.

Aunque puede ser más subjetivo, tampoco creo que se pueda cuestionar que es un arte. Y como en toda manifestación artística, lógicamente hay artistas de todo tipo, unos mejores y otros peores.
Quien haya tenido la suerte de ver torear a José Antonio Morante Camacho, el de La Puebla, entenderá perfectamente lo que es el ARTE. Y además de ser un arte mayor en si mismo, la tauromaquia es la madre de otras muchas expresiones artísticas. Prácticamente en cualquiera de las manifestaciones  que son consideradas como arte encontramos representación de la tauromaquia. Desde la pintura a la escultura, el cine, teatro, literatura, etc. En todas ellas encontramos abundantes referencias taurinas.

También es evidente que es una manifestación cultural y artística pero cruenta, aunque no necesariamente cruel. A veces, cuando voy a los toros, miro a mi alrededor a ver si descubro caras hambrientas de sangre,  asesinos en potencia o incluso en serie…y solo veo gente normal (habrá de todo, supongo, como en botica).

No me produce ningún placer ver sangrar por la boca a un toro después de un infame bajonazo. Es más, me desagrada, y como a mi, a la inmensa mayoría de las personas que acudimos a ver una corrida. No se trata de eso como parecen empeñarse en querer demostrar desde algunos sectores. No es eso.
Aunque para alguien desconocedor de este mundo pueda resultar paradójico, me gusta ir a “los toros” porque me gustan los toros, y me refiero al animal como eje de la Tauromaquia. Y me gusta, me emociona y a veces incluso me conmueve el arte taurino.

Pocos como el reciente Premio Nobel Mario Vargas Llosa para expresarlo...

"Los enemigos de la Tauromaquia se equivocan creyendo que la fiesta de los Toros es un puro ejercicio de maldad en el que unas masas irracionales vuelcan un odio atávico contra la bestia. En verdad detrás de la fiesta hay todo un culto amoroso y delicado en el que el toro es el rey (...)
Seguiré defendiendo las corridas de toros, por  lo bellas y emocionantes que pueden ser, sin, por supuesto, tratar de arrastrar a ellas a nadie que las rechace porque le aburren o porque la violencia y la sangre que en ellas corre les repugna.
A mi me repugnan también, pues soy una persona más bien pacífica. Y creo que le ocurre a la inmensa mayoría de los aficionados. Lo que nos conmueve y embelesa en una buena corrida es, justamente, que la fascinante combinación de gracia, sabiduría, arrojo e inspiración  de un torero, y la bravura, nobleza y elegancia   de un toro bravo, consiguen, en una buena faena, en esa misteriosa complicidad que los encadena, eclipsar todo el dolor y el riesgo invertidos en ella creando unas imágenes que participan al mismo tiempo de la intensidad de la música y el movimiento de la danza, la plastisidad pictórica del arte y la profundidad efímera de un espectáculo teatral, algo que tiene de rito e improvisación, y que se carga, en un momento dado, de religiosidad, de mito, y de un simbolismo que representa la condición humana (...)"
No creo que tengamos que dar más argumentos ni pedir perdón por nuestra afición.
El sufrimiento del animal, siempre visto desde la óptica del ser humano, y por tanto de forma totalmente “humanizada” y subjetiva (“Tauroética”, de Fernando Savater) en mi caso está justificado.

domingo, 31 de octubre de 2010

Víctor Barrio, Mesonero Mayor de Castilla

El novillero Víctor Barrio repite por segundo año consecutivo como ganador del Trofeo Mesonero Mayor de Castilla, que premia al torero segoviano más destacado en la temporada taurina 2010.
Barrio agradeció este premio y dijo sentirse satisfecho de la temporada realizada. "Tengo que seguir cuajándome para poder representar a Segovia en el mundo del toro como se merece. Siento un gran orgullo por el reconocimiento de mis paisanos. Espero seguir contando con su confianza. Gracias".
Además, se ha concedido un accésit al matador cuellarano Javier Herrero, que el pasado 3 de septiembre tomó la alternativa en la plaza de toros de Cuéllar, su localidad natal, por «haber cumplido una temporada interesante y, sobre todo, por su alternativa».
La entrega de los trofeos, presentada por el cronista taurino Pablo Pastor y que concluyó con un vino español, atrajo hasta el Mesón de Cándido a decenas de aficionados, que tuvieron oportunidad de felicitar a los dos diestros de la tierra.

domingo, 24 de octubre de 2010

De antitaurinos y otras hierbas (II). Prohibicionistas y Voceros de la incongruencia.


Foto: García Cordero


El Biocentrismo y la Bioética son corrientes de pensamiento, y teóricamente formas de entender la vida, que propugnan la coexistencia en el mismo plano jerárquico entre todos los seres vivos, en contraposición al antropocentrismo, que considera  al ser humano situado en la cima de la pirámide de la evolución y como tal,  superior jerárquicamente al resto de los seres vivos.
Simplificando mucho y para entendernos.

Pues bien, incluso entre algunos de los mas recalcitrantes seguidores de esta corriente, el asunto taurino, en cuanto al sufrimiento que supone para el animal, no es más importante que la cría del pollo en granjas  industriales, la cocina del mejillón al vapor o la fabricación de longaniza.
No consideran como algo prioritario la prohibición de las corridas de toros, aún siendo totalmente partidarios de ella, si no que lo consideran como algo moralmente tan reprobable como comer marisco.
Esta postura, extrema desde luego, sin embargo sí me parece coherente con una forma de entender la  existencia y la relación entre los seres vivos.
 
Si estamos por evitar el sufrimiento animal, deberíamos plantearnos CUALQUIER tipo de sufrimiento animal, no solamente el que un grupo de opinión considere, por encima de una manifestación cultural y artística, un acto de maltrato cruel.

Como decía, pocas cosas me parecen mas incongruentes que debatir sobre la crueldad de las corridas de toros y abogar por su prohibición, mientras se deleita uno con un buen solomillo al foie, después de haber saboreado unas estupendas gambas a la plancha.
Puede que sea por eso por lo que todavía no he encontrado un argumento antitaurino y prohibicionista que  me parezca razonable.

El argumento central del asunto, como dije en la anterior entrada,  es que “no es lo mismo matar animales para alimentarse que por pura diversión”.
En ese caso, sugiero yo a los partidarios de la prohibición  que en lugar de comer cordero asado, solomillo de ternera, entrecot, jamón ibérico o cualquier otro manjar,  que desde luego comemos por puro placer (el mismo o parecido al que nos quieren prohibir…) se coman el cordero, la ternera, el cerdo o el pollo  o el animal que corresponda, cuando mueran de forma natural, o al menos, que lo dejen vivir plácidamente durante cuatro o cinco años, y después, si pueden, que se lo coman.
A quien haya comido “oveja vieja” no hace falta explicarle más. Pero alimentar alimenta tanto o más que el cordero…por lo tanto, primero que analicen sus conciencias y después tiren la primera piedra.

¿Alguien ha visto por ejemplo la pesca del atún de Almadraba?  
Recientemente he visto un fragmento de un programa de televisión sobre esto. Consistía en un espectáculo sangriento en el que, en esta ocasión, noventa atunes eran acosados, acorralados y finalmente capturados en una red.
Posteriormente, eran izados vivos al barco donde “el matador” y su cuadrilla, con una certera (mas o menos) “estocada”  dejaban al bicho muriéndose asfixiado y desangrándose lentamente.
Sin puntilla, con un par.
Hay que aclarar que los atunes en ningún momento parecía que  mostraran su conformidad con lo que estaba sucediendo, al contrario, parecían contrariados a juzgar por los aleteos y espasmos que prodigaban.
Para rematar la faena, ya moribundos, eran almacenados en la bodega del pesquero amontonados (aún vivos) entre toneladas de hielo picado. Un placer, vamos.
Y no vi arte por ningún lado, por cierto.

No puedo comprender ni por lo más remoto cómo alguien que propugna la prohibición de las corridas de toros puede tener el cuajo y el morro de mantener esa postura y comer atún. Y esto es sólo un ejemplo.
Son los voceros de la incongruencia.

Todavía está por conocerse la persona que necesite alimentarse a base de semejantes manjares, mariscos, moluscos, crustáceos, etc…
Si los comemos es por puro placer y deleite gastronómico. No por supervivencia. Esto es así aquí y en La China, que diría algún antitaurino.

A mi no me gusta la caza, no me divierte. Pero no solo no  pretendo que se prohíba, sino que la considero necesaria para el equilibrio natural.
Conozco muchas personas partidarias de prohibir la caza que  obviamente suelen ser también antitaurinos. Cuando intentas explicar el desequilibrio ecológico que la prohibición de la caza supondría con toda seguridad a medio y largo plazo, y con consecuencias probablemente irreversibles, hay personas que comprenden el razonamiento y se cuestionan la prohibición.

Salvando las distancias en cuanto a su repercusión desde el punto de vista ecológico, la prohibición de las corridas de toros tendría consecuencias negativas en ese terreno, además de las más evidentes de carácter económico.
Sin embargo, no conozco todavía ningún antitaurino prohibicionista que entre a razonar esta simple cuestión ecológica cuando en realidad debería ser el fondo de su argumentación, lo que demuestra un profundo desconocimiento en la materia.  

lunes, 18 de octubre de 2010

De antitaurinos y otras hierbas (I). Tipos, Encastes y Procedencias




Vaya por delante que voy a referirme a la cuestión taurina en cuanto  a festejos  que tienen lugar en plazas cerradas, novilladas y corridas de toros, y en los que, salvo las  excepciones reglamentariamente determinadas, se da muerte al animal. No voy a comentar nada en esta entrada sobre “correbous”, “bous al carrer”, toros embolados, ensogados, sueltas de reses, etc.

No pretendo otra cosa que no sea aportar mi visión sobre el asunto, con la esperanza añadida y remota eso si,  de que lo que aquí escriba llegue a ser leído por algún partidario de la prohibición de una parte de nuestra cultura.

Empieza a parecer que el aficionado a la Tauromaquia debe esconder vergonzantemente su afición, su opinión y su pensamiento, no vaya a provocar la queja de las gentes bienpensantes, modernas y sensibles que pretenden reconducir nuestra casposa afición cargada de crueldad y sadismo.
Si al menos intentamos desmontar esta falacia antes de que se asiente definitivamente entre nosotros, me consideraré satisfecho de haber podido contribuir con mi opinión. De lo contrario, nos reuniremos a escuchar nuestros propios lamentos por no haber sabido llegar a tiempo.
Al menos que nos quede el derecho a poder expresar  nuestra opinión, indiscutiblemente acertada, porque es sólo eso, una opinión.

A primera vista, en una aproximación casi-taxonómica y de acuerdo con su diferente postura y comportamiento ante el tema taurino, existen tres encastes (o castas fundacionales, vaya usted a saber) claramente diferenciados:

  • El taurino, ya sea taurómaco, simplemente taurófilo, o incluso espectador-aplaudidor. Más o menos  aficionado o partidario de este espectáculo.
Proceden del mismo encaste, aunque son tres líneas diferenciadas con sus diferentes características en cuanto a bravura, genio, comportamiento en los distintos tercios, etc. Podríamos afinar algo más pero no es el caso porque entonces no acabaría nunca esta entrada.

  • El indiferente. Igualmente diferenciable según líneas y procedencias.
No le gustan los toros porque no los entiende, no le divierten, le aburren o simplemente le parece una crueldad de la que no quiere ni oír hablar ni mucho menos participar.
Me parece una postura perfectamente razonable, faltaría más. Para gustos, los colores. No son partidarios de la prohibición. Si acaso, algunos se inclinan por dejar que languidezca…

  • El antitaurino.
Dentro de este encaste distinguiría diferentes “procedencias”.

  • El antitaurino prohibicionista comedor de carne y otros alimentos que implican la muerte del animal.
Lo siento pero a estos no me los creo. Se les ve de lejos. Suelen ser de reatas parecidas a los ecopijos o ecologistas de salón.
Más que bravo es bravucón, y al segundo puyazo se suele venir abajo huyendo del castigo.
En la muleta toman el engaño cabeceando y tirando gañafones, aunque siempre entran al trapo cuando se les cita.
La mejor forma de desenmascararlos es invitarles (o mejor, que inviten ellos) a un chuletón o un buen cochinillo asado. Entre ellos hay auténticas alimañas.


  • El prohibicionista radical vegetariano estricto. Normalmente más nobles y encastados. Su postura me parece coherente y razonable aunque ni la entienda ni  por supuesto la comparta. A estos sí me los creo.

  • Aparece últimamente a bombo y platillo lo que tengo dudas si considerar como una línea de este encaste o si por el contrario merece ser considerado como un encaste diferente.

Son los que utilizan a los anteriores como palmeros de sus aviesas intenciones y objetivos, que son simple y llanamente políticos, por llamarlos de alguna manera y sin entrar en análisis más profundos

A estos se les ve venir desde más lejos aún, pero ya no engañan a nadie.
Son los peores. Descastados, mansos, peligrosos y tobilleros.
Últimamente proliferan en algunas zonas de este país llamado España, en el que tenemos la desgracia de que siempre hay alguien que vela por nuestra moral dictando normas y pautas, según su particular conocimiento, sobre lo que es ético y lo que es inmoral.

Hace muchos años en España había unos señores que determinaban lo que era inmoral y lo prohibían.
Prohibían por ejemplo las películas que llamaban “verdes” o “subidas de tono” y para verlas, quien quisiera, tenía que cruzar la frontera y verlas en Francia.

Ahora hay unos señores en una parte de España que determinan lo que es inmoral y lo prohíben.
Prohíben las corridas de toros  y para verlas, los aficionados de Cataluña tendrán que cruzar la frontera y verlas en Francia.
Que extrañas coincidencias.

Desde hace un tiempo, cuando intuyo que se puede iniciar una conversación o debate sobre el mundo de  los toros con alguien partidario de su prohibición, pregunto a mi interlocutor si come carne o cualquier otro alimento que necesariamente suponga la muerte de un animal. Si la respuesta es afirmativa doy por terminado el debate antes de empezar.
Podremos hablar de cualquier otro tema o incluso intercambiar ideas sobre el arte taurino, pero nada más.
Discutir sobre toros con alguien que come carne a mí personalmente me parece improductivo por incongruente. A muchas personas sin embargo les parecerá, y de hecho les parece, que son dos cosas que no tienen ninguna relación. Una cosa es matar para comer y otra muy distinta matar por puro placer, sostienen.
Ya hablaremos sobre esto más adelante, porque para eso están las opiniones, lo verdaderamente importante es poderlas expresar libremente.

martes, 12 de octubre de 2010

12 de octubre. Los Gracilianos en Las Ventas



Don Graciliano no hay más que uno. El apellido Pérez Tabernero le sobra. Como tampoco le hace falta el apellido a Atila. Hay nombres que lo dicen todo” (G. Corrochano)

Hay nombres propios que al oírlos los asociamos inevitablemente a algo concreto.
A mi me pasa entre otros con “Graciliano”. Podría ser el nombre de un semental…

A mi “Graciliano” me suena a toros, a bravura, a casta, a antiguo, a Santa Coloma, a Salamanca…

El colofón que ha dispuesto Taurodelta para la temporada de Las Ventas llevaba para mí ese reclamo.
Vienen “Los Gracilianos”. Ahí es ná.
El resto del final de temporada, sin desmerecer en absoluto a los novilleros que han de pasar por allí, no me parece que esté a la altura de la primera plaza del mundo. Más bien es una forma un tanto grisácea de cerrar un ciclo también grisáceo, salvo contadas excepciones.

Volviendo a los Santacolomas de Juan Luis Fraile, debo decir que soy de los que va a los toros mas veces a ver toros que a ver toreros, y aunque no siempre sea así, siempre acudo con la esperanza de ver “algo”. En esta ocasión tenía marcado el día 12 de octubre para no perdérmelo.

A la vista del aspecto que tenían los tendidos hoy en Las Ventas, con un cuartillo de entrada siendo generosos, no parece que la presencia de los Gracilianos haya despertado la misma expectación que en quien esto escribe.
¿Hay aficionados en Madrid y alrededores...? ¿Dónde están...? ¿Es caro entrar a Las Ventas...? ¿Interesan sólo los toreros de renombre...? ¿Solo vamos a las ferias...? ¿Interesan las ganaderías duras...? ¿Vale más solos que mal acompañados...? Son tantas las preguntas que uno se hace cuando ve los tendidos así...








De los de luces, a “El Conde”, de la otra Guadalajara (comprenderán que viviendo en Guadalajara, me refiera a Guadalajara-Jalisco como “la otra”) no había tenido el gusto de verle. Luis Vilches prometía sobre el papel, y a Gallo creo que no le había visto desde su etapa como novillero…

Al grano.
De la presentación poco puedo decir que no se haya visto en las fotos publicadas en la web.
En general todos  en tipo y a destacar el impresionante trapío del sexto, aplaudido en la salida.
Para mi la presencia es tanto o más importante que la presentación,  y los Gracilianos de Fraile han tenido presencia. Se han hecho notar, con más o menos casta, manseando alguno (el sexto) y con genio otros.
Han sido aplaudidos en el arrastre el primero y (timidamente) el tercero.

El Conde fué probablemente el que mejor entendió a los Gracilianos. Vilches pasó desapercibido con el peor lote en conjunto, y Gallo ligó algunos pases interesantes.
Y poco más...no hizo ni frio ni calor, y nos fuimos para casa igualmente, sin frio ni calor... Empate técnico entre los de negro y los de luces, y a otra cosa mariposa. Yo por mi parte me despido de Las Ventas hasta el año que viene, si Dios quiere.

domingo, 3 de octubre de 2010

Feria de Otoño

Terminó la Feria de Otoño de Las Ventas.
No voy a hacer una crónica ni una crítica… porque no soy crónico ni soy crítico.

Me quedan en la memoria algunos naturales bien ligados por Víctor Barrio en la novillada que abrió la Feria, pero sobre todos los recuerdos, me queda la conjura del arte de la tarde del sábado dos de octubre.

El toreo es emoción, es sentimiento y es arte.
El arte lo pusieron Juan Mora, Curro Díaz y Morenito de Aranda, la emoción los que lo vimos, y el sentimiento corrió a partes iguales.

Que tarde más bonita. Poderte levantar varias veces para aplaudir de verdad con la emoción de estar asistiendo a algo memorable, aunque sea de corta memoria, es impagable. Amortizas el abono.

El toreo de Juan Mora es en blanco y negro, es antiguo, es verdadero, es arte.

Con ese arte que te da licencia absoluta para hacerle una sonora pedorreta a los que vocean la vergonzosa prohibición del arte taurino.
¿Queréis arte y cultura…? ¡¡¡¡¡Pues toma ARTE y CULTURA!!!!

Que daba gusto vernos salir de la Monumental de la calle de Alcalá enfilando el metro o las cervecitas de celebración con la sonrisa dibujada en la cara…¡¡¡Toma ARTE!!!

También tengo que decir que alguna oreja me pareció de tiempos de crisis…pero en la emoción no hay crisis, y en el sentimiento de cada uno, manda cada cual.

Si la presidencia no concede las orejas que se pidieron…”mala burra hemos comprao…”

Que pena da ver toreros que se empeñan en pegar pases sin ton ni son. Llega Mora, y con quince pases de los de verdad se lleva dos orejas. Apunta y aprende.

A alguno no le dio tiempo ni de sentarse ni de ver la estocada. Estos toreros antiguos que torean con el acero en la mano nos despistan. Nunca mejor empleada la frase de “aquí te pillo y aquí te mato”. Visto y no visto…y en todo lo alto.

Y si emotiva fue la faena al primero, más emotiva fue la vuelta al ruedo…rondando los cincuenta, un torero artista y currante como el que más, que le cedió los trofeos a su chaval, que no pasará de los doce, en una clamorosa vuelta al ruedo en Las Ventas que ni el padre ni el hijo podrán olvidar jamás.

Como no se puede olvidar nunca la primera vez que oyes un “olé” de verdad en esta plaza. Se para el tiempo. No hay un “olé” que suene como en Las Ventas. Gloria bendita…

Pedazo de artistas Curro Díaz y Morenito de Aranda. El primero, jugándose la vida, así como suena, con su descastado lote.
Y el de Aranda dispuesto a no ser menos en esa liturgia de emoción y sentimiento que se palpaba esa tarde en Las Ventas.
Dos pedazos de artistas.

Que lástima da pensar en todas esas ferias llenas de pegapases, torerillos de salón y del famoseo, mientras artistas como estos tres torean cuatro tardes.
Y luego hablan de antitaurinos.

Tan aturdido y contento salía yo, que me abordaron dos guiris asombrados por la algarabía y el gentío venteño y me preguntan que …así …de repente…“¿cuantas persona allí dentro?”, a lo que yo respondo, recordando mis muchos años de estudiar inglés, que si “jao meni pipol in the plaza”.
Que si, que “yes”.
Y después de pensármelo un ratillo, le suelto…”tuentitú mil persons”. Así de golpe, como si fuera del mismo Bilbao.

Ah! Okei!...y se fueron tan contentos por donde habían venido, y yo seguí con mi sonrisa, pensando… ¿Queréis arte…? ¡¡¡Pues toma ARTE!!!