domingo, 24 de febrero de 2013

Sangre Española. Juan Belmonte



Como el invierno sigue siendo tiempo de lectura, cuando mi escaso tiempo libra me lo permite leo y releo últimamente lo que puedo sobre Belmonte y Joselito.
Por mucho que se haya leído, y con todo lo que se ha escrito sobre los dos, siempre hay algo nuevo que me llama la atención.

Aunque conocido, en este texto que copio, Juan Belmonte, con su extraordinaria personalidad,   narra de forma estremecedora y a través de la prosa de Manuel Chaves Nogales, el momento en el que conoció la noticia de la muerte de su rival y amigo Joselito.

José Gómez y Juan Belmonte tenían una relación casi fraternal, de profunda admiración, respeto y afecto, que a espaldas de las inquinas de  Gallistas y Belmontistas se profesaban las dos figuras más grandes e influyentes que ha dado la tauromaquia en el siglo XX, con el permiso de Manolete.

La trágica noticia sorprende a Juan Belmonte jugando en su casa al póker con su cuadrilla y amigos…

Aquella espantosa certeza nos hizo mirarnos los unos a los otros con espanto. Dejamos caer los naipes sobre el tapete, y sin articular palabra estuvimos durante unos minutos en estado de semiinconsciencia y estupor.

 Mis amigos fueron levantándose uno a uno, y, sin pronunciar una sílaba, se marcharon. Yo me quedé solo, hundido en un diván y mirando estúpidamente el tapete donde permanecían esparcidos los naipes y las fichas, abandonados por mis amigos.
En aquella soledad en que me habían dejado estuve repitiéndome mil veces aquellas palabras que me golpeaban en el cráneo como martillazos “¡A Joselito le ha matado un toro! ¡A  Joselito le ha matado un toro!”.

Poco a poco fue invadiéndome una pavorosa congoja. Miré a mi alrededor y tuve miedo. ¿De qué? No lo sé. El pecho se me anegaba de una linfa amarga, y cuando ya la garganta no pudo contener por más tiempo aquella inundación de dolor, estallé en sollozos.

Lloré como no he llorado nunca en la vida. El llanto me hacía mucho bien. Hubiera querido seguir sollozando durante mucho tiempo, porque la extraña conmoción del llanto, a la que nunca, hasta entonces, me había entregado, me libraba de aquel martilleo seco del cerebro que repetía “¡A Joselito le ha matado un toro! ¡A  Joselito le ha matado un toro!”.
Pero advertí que aquel llanto estaba produciendo en los míos una impresión desastrosa. Al verme llorar, mi mujer, sobrecogida, lloraba también. Lloraban además, allá en el fondo de la casa, los familiares y los criados, y hubo un momento de tal desesperación, que me asaltó la idea de que era a mí y no a Joselito a quien lloraban.

Creo que yo mismo sentí  un poco mi propia muerte aquel día.
Este sentimiento egoísta fue el que me permitió reaccionar enérgicamente. Volví a sepultar en el pecho la congoja que en un instante de abandono había dejado desbordar, y con un tono seco y duro hice a los míos recobrar el dominio de sus sentimientos.
Llegaba la hora de la cena y con una artificiosa impasibilidad me senté a la mesa e hice a mi mujer que me acompañara y a los criados que nos sirvieran. Era aquella una grotesca parodia.
Recuerdo que para dar ejemplo intenté llevarme a la boca unas hojas de ensalada, que se me agarraron como si fuesen esparto a las fauces resecas.
Simulaba que comía con la cara metida en el plato, y no me atrevía a levantar la cabeza ni a mirar a mi mujer, que sentada frente a mi se tragaba desesperadamente las lágrimas.
Una vez la miré y hallé en sus ojos tal expresión de espanto, la vi mirarme con tanta alma, que me sentí anonadado.

Dos días después había toros  en Madrid. Salí a la plaza con Varelito y Fortuna para lidiar una corrida de Albarrán. Tuve aquella tarde uno de los triunfos más grandes de mi vida.
Era el día en que se llevaban a Sevilla en cadáver de Joselito.


A veces he pensado que si el genio de la lámpara taurina me diese la oportunidad de pedir un deseo, le pediría que me trasladara en el tiempo por unas horas  y me diera la oportunidad de poder asistir a una corrida en la que hicieran el paseíllo José, Juan, y un tercero que dejaría a la elección del genio.
Por sugerir, y coincidiendo en el tiempo, le nombraría a Rafael El Gallo, Gaona, Machaquito, Saleri II, Pastor…más que nada por no pedirle a Manolete y ponerle en un aprieto al pobre genio de la lámpara. 
Y a  ser posible en Madrid o Sevilla por favor,  si no es mucho pedir…

El texto está extraído del libro de Manuel Chaves Nogales, “Juan Belmonte, Matador de toros”, libro “de texto” que, religiosamente y cual peregrinación a la Meca de los toros, debería ser de obligada lectura para cualquiera que aspire a ser  aficionado. Una joya, vamos.

Para acompañar esta entrada, “Sangre Española”, dedicado a Juan Belmonte y con música de Gabinete Caligari, quienes demostraron una audacia inaudita editando este tema, con su puesta en escena, hace ya nada menos que  30 años.



martes, 12 de febrero de 2013

El Fueracachismo



El fueracachismo viene a ser uno de los males que silenciosamente minan la moral y el aguante del aficionado medianamente observador. Tampoco hay que ser muy observador para sentirse agredido por esta peste, ni muy aficionado, no vayan a creer.
A veces basta con echar una mirada al cartel para empezar a sospechar que el enemigo silencioso se dejará caer esa tarde por el redondel.
Como el tema me preocupa y me molesta, hace tiempo ya escribí en el blog algo sobre la cuestión, ahora y antes, desde el punto de vista puramente subjetivo de este aspirante a aficionado.

Yo no se desde cuando nos acecha el taimado mal, lo que si que observo es que se extiende como una marea negra que, como el chapapote, lenta y silenciosamente nos va pringando, nunca mejor dicho, sin que nos percatemos, aceptando como si tal cosa que el toreo (o el destoreo) ha de practicarse de esa guisa.

Y esto viene al hilo (que no del pitón) de que en esta temporada mexicana y el incipiente despertar de la temporada patria, desde mi sofá, lo reconozco, y en lo poco que puedo asomarme a la pantalla tonta, me da la impresión de que el fueracachismo se ha asentado definitivamente entre nosotros y ya no llama la atención ni despierta siquiera unas palabras  de los comentaristas de turno. Debe ser que lo hemos aceptado como un perverso tributo a la modernidad del toreo, supongo.

Pero si creo que alguien debería decir a los jóvenes aspirantes a figura, todos ellos con grandes conocimientos teóricos,  dónde ha de colocarse uno al ejecutar las diversas suertes. Los terrenos del toro, las querencias, y todos esos conceptos que suenan a tauromaquia rancia y en blanco y negro, pero que deberían ser una de las  bases fundamentales del toreo.
Porque la culpa no debe ser del alumno sino de quien enseña, aconseja, y da por buenos aquellos truquillos de colocación que derivan irremediablemente en el ventajismo.
En los doctorados la cuestión puede que no tenga enmienda, pero en los novilleros aún cabe la esperanza.
Porque luego,  jaleados por sus consejeros se aquerencian, y cuando llegan por poner un ejemplo a Las Ventas, no entienden porqué desde el  tendido algún “maleducado” les vocea haciéndoles ver que aquello no se hace así, que eso es mentira, chaval.
Que eso es mentirse a ellos mismos y tratar de engañar al respetable, que es quien paga y manda. Y eso está muy feo.
Y como no lo entienden, se cabrean algunas veces y otras, las más, se frustran y a lo peor no vuelven.
Y a mi eso me parece una pena. Y lo siento de verdad por los chavales.
Qué queréis que os diga…

Hay quien se pregunta por qué ha de ser malo torear fuera de cacho y algunos hasta llegan a afirmar que el fuera-cacho no existe; que es una falacia ideada para desmerecer a las figuras en general y a Enrique Ponce en particular. (Joaquín Vidal)

 
(Nota: Desconozco el autor de la foto que he utilizado como base y que ilustra (y nos ilustra) esta entrada.)

domingo, 3 de febrero de 2013

Collado Mediano. Entrega de Trofeos de su Feria de Novilladas 2012


El pasado viernes, 1 de febrero, se ha celebrado en el Teatro Municipal de Collado Mediano la gala de entrega de los Trofeos correspondientes a su feria de novilladas de agosto del pasado año.
El acto, que resultó muy entretenido,  como viene siendo habitual se desarrolló con lleno en el aforo y bajo la conducción de Jorge Fajardo, Presidente de la Unión de Federaciones Taurinas de España y todo un experto en estas lides.
En poco más de una hora fueron subiendo al escenario los premiados, mostrando su agradecimiento y apoyo al Ayuntamiento y Asociación de Fiestas de Collado Mediano, organizadores de la Feria.
Cerró la gala el Concejal de Festejos de Collado Mediano, Javier Lozoya.

Estos son algunos de los momentos de la gala.


Ángel Sánchez, Trofeo Novillero sin caballos. Entregó el premio Ángel García


Premio al Fomento de la Fiesta a Encierros Infantiles "Los Segovianos". Entregó Álvaro Blasco.

Mención Especial, Ganadería Torrenueva. Recogió el premio el mayoral, Miguel Novoa y entregó Luz del Amo, Concejala de Cultura de Collado Mediano

Mención Especial Novillero Sin Caballos Amor Rodriguez

Trofeo al Mejor Subalterno, José Otero

Mejor ganadería sin caballos, Conde de Mayalde. Recogió el premio D. Rafael Finat

Mejor picador, Felipe López. Entregó el premio Pedro De Miguel.


Mejor faena artística, Fernando Adrián. Entregó el trofeo, J. Ramón Palacios, de la Asociación de Fiestas

Mejor Novillo, "Entusiasto·, nº 112 ganadería José Vázquez. Entregó el Trofeo José Antonio Blasco, Concejal del Ayuntamiento y recogió José Vázquez (hijo)


Mejor Ganadería José Escolar. Entregó el trofeo Jorge Fajardo.


Triunfador de la Feria, Román. Entregó el trofeo el Concejal de Festejos, Javier Lozoya.


Ángel Gómez Escorial, de la Escuela de Arganda, dirigió unas palabras en defensa de la Fiesta y el fomento de las novilladas sin picadores.



Fotografías, José María Gaitán