jueves, 26 de abril de 2012

¡Ay Castella!


Reconozco que no soy muy partidario de ningún “ismo”, y mucho menos en asuntos taurinos. En estos términos me podría considerar si acaso cercano, nada más,  al “Morantismo”, pero eso ahora no viene al caso.

Desde luego no soy “Castellista”, de Monsieur Castella, ni nunca lo he sido, pero si que tengo que reconocer que su toreo me ha dejado muy buenas sensaciones en más de una ocasión. 

Pero desde hace un tiempo me tiene con la mosca detrás de la oreja.
Puede que haya tardado demasiado tiempo en darme cuenta, o incluso puede que sea ahora cuando esté equivocado, pero últimamente la sensación que más me produce su toreo es el aburrimiento, cuando no el cabreo.

El sábado pasado dediqué un buen rato a analizar, vía canal +,  el desarrollo de su faena al segundo toro de Garcigrande en Sevilla. Entiéndase “analizar” dentro de lo que uno puede llegar a analizar en su corto entendimiento taurino, y que al fin y al cabo no deja de ser mi particular forma de ver una faena.

Para empezar, resulta casi inmoral que salga al ruedo de la Real Maestranza (“Reales Tragaderas”, como dicen los amigos de la Unión Taurina de Abonados de Sevilla) un toro como “Libertador”, nacido en diciembre de  2.007. Si esto es lo que presenta esta ganadería para Sevilla ¿qué habrá en sus cercados?
Infame presentación impropia de una novillada en plaza de primera, pero aquí y ahora es justo  reconocer el mérito tanto de la Empresa, como de la Presidencia y el ganadero por hacernos tragar gato por liebre.

El particular análisis de este aprendiz de aficionado se resume de esta manera:

  • Tras unos pintureros lances de recibo, simulación del tercio de varas con un leve simulacro de primer puyazo. Segundo puyazo de “atrezzo”.
  • Quite por chicuelinas y de remate una larga de bonita factura.
  • Comienza la faena de muleta por estatuarios (¡que raro!) y siempre al hilo del pitón.
  • Segunda serie con la derecha, la mano abajo, pero el pico adelante y la pata atrás.
  • Tercera serie, con la derecha, el pico adelante y la pata atrás.
  • Cuarta serie, toreando al natural, con la pierna de salida escondida una vez más y al hilo, cuando no fuera de cacho.
  • Quinta serie, la del arrimón…más de lo mismo.
  • Mata de estocada desprendida.
En definitiva, NADA. Y eso es lo que me mosquea, que ya son demasiadas las ocasiones en las que el toreo de Castella no me aporta nada que no sea el aburrimiento y cierta dosis de cabreo.

Bien, admitamos que todos los toreros tienen sus momentos buenos y malos…una mala tarde la tiene cualquiera, etc. Y en los de lo alto del escalafón esas malas rachas se notan más.
El problema (mi problema) puede ser que a lo mejor Castella siempre ha toreado igual y yo no me he dado cuenta o no he sabido distinguir el grano de la paja. Por eso ando mosqueado.

Lo más destacable, la labor de Javier Ambel (se desmonteró), que se vería refrendada en el quinto.
Qué importante puede llegar a ser la labor de un buen (o mal) subalterno en el tercio de banderillas y, sobre todo, en la brega. Y Javier Ambel, que me parece un excelente torero de plata, cumplió con sobresaliente con los palos y con el capote.
Supongo que Castella le diría..¡Chapeau!

En poco más o menos un mes tendré la oportunidad de volver a ver a Castella por triplicado en la Isidrada.
Me gustaría tener que tragarme este análisis o incluso toda esta entrada,  porque eso significaría que su toreo me ha devuelto las buenas sensaciones que un día no muy lejano me regaló, ojala que así sea, pero hasta que llegue ese momento, me voy a permitir el ejercicio de la duda  y seguiré llevando la mosca Castellista detrás de la oreja.

lunes, 2 de abril de 2012

La guiri de al lado



Ayer, Domingo de Ramos, comencé mi temporada venteña.
Algunas caras conocidas (pocas, la verdad), mucho público no habitual, y mucho guiri para ver el mano a mano entre Fandiño y David Mora.

Y aunque hablo de  la guiri de al lado, en realidad no estaba a mi vera.
Su lugar estaba justo delante de mi, pero como ella llegó antes debió pensar que “il asiento di pietra es exclusivamenti para il suo trasero”, desconociendo la norma  no escrita que marca la costumbre y la necesidad venteña, por la que ese pequeño espacio  debe ser compartido a medias entre “il suo trasero e il mío piedi, destro e sinistro”.

Aclarado el error, y como prueba de cortesía por nuestra parte, nos sentamos una fila más atrás para estar todos más cómodos. Total, entre verlo muy lejos y un poquito más lejos…
El caso es que aposté con mi señora esposa cuánto iban a durar ahí sentados. Dos toros, arriesgué, pero debo reconocer que me equivoqué completamente.
Tras la salida del primer morlaco y unos oooh! de admiración, el encuentro con el piquero desencadenó la tragedia.

El puyazo fue saludado por la guiri con una mezcla de gemido orgásmico y lamento de dolor, a lo que siguió un giro brusco de cabeza.
A partir de ahí, antes de que recibiera la segunda puya, miró al soslayo, levantóse y fuese. Tan Cervantino gesto fue secundado al momento por su altra  compañera, aunque bien mirado tampoco se perdieron nada… bueno si, dos horas de nada.
Menos mal que el resto de il gruppo aguantó dos toros completitos.

A todo esto me preguntaba yo ¿y esta gente pá que viene?? Porque cuando uno va a un espectáculo debería tener una ligera noción de lo que va a encontrarse ¿no?

Al menos estuvimos más anchos, y además pude gozar con la presencia de una familia nipona (padre, madre y supongo que hija) más que nada por lo que disfrutó el padre de familia, aplaudiendo y haciendo fotos y videos con su aifon a todo lo que pasaba por arriba y por abajo.
Impagable el minúsculo sombrero que portaba (¿marcará tendencia?), pero no me pareció oportuno hacerle una foto para ilustrar esta entrada. Me quedé con las ganas.

Creo que sería interesante que en las estadísticas anuales que publica Taurodelta figurara un censo de japoneses que visitan Las Ventas. Increíble, yo creo que cada vez vienen más.

En cuanto a lo que ocurría por abajo, viendo a las “abuelitas” de negro supuestamente bravas (que alguna incluso traía malas intenciones) me acordaba de la frase “Nada tiene importancia si no hay toro”.
Cuánta razón encierra esa frase. Conozco abuelas auténticas con mucha más casta.

El público venía con ganas de guerra, con esperanzas al menos de reeditar los momentos buenos de lo que vimos en Otoño, aquella vez con otro tipo de ganado y esta vez con ganado “de élite”, de aquel que prefieren los de arriba del escalafón.

El resultado ha venido a demostrar que a los toreros que les gusta la guerra les van los toros que den guerra…y estos han dado penita, o asco, como dijo alguno desde el tendido.
Mansos, flojos, alguno inválido, sosos, descastados, sin raza, sin fijeza…algo más potables el tercero, y a menos el sexto.

Buenas hechuras, eso si, que parece que para venir a Madrid bastara con lucir un tipazo, pero está claro que eso no es suficiente. Otra vez será

Por mi parte me quedan más ganas aún de ver a Fandiño con los Adolfos en San Isidro.