Reconozco que no soy muy partidario de ningún “ismo”, y mucho menos en asuntos taurinos. En estos términos me podría considerar si acaso cercano, nada más, al “Morantismo”, pero eso ahora no viene al caso.
Desde luego no soy “Castellista”, de Monsieur Castella, ni nunca lo he sido, pero si que tengo que reconocer que su toreo me ha dejado muy buenas sensaciones en más de una ocasión.
Pero desde hace un tiempo me tiene con la mosca detrás de la oreja.
Puede que haya tardado demasiado tiempo en darme cuenta, o incluso puede que sea ahora cuando esté equivocado, pero últimamente la sensación que más me produce su toreo es el aburrimiento, cuando no el cabreo.
El sábado pasado dediqué un buen rato a analizar, vía canal +, el desarrollo de su faena al segundo toro de Garcigrande en Sevilla. Entiéndase “analizar” dentro de lo que uno puede llegar a analizar en su corto entendimiento taurino, y que al fin y al cabo no deja de ser mi particular forma de ver una faena.
Para empezar, resulta casi inmoral que salga al ruedo de la Real Maestranza (“Reales Tragaderas”, como dicen los amigos de la Unión Taurina de Abonados de Sevilla) un toro como “Libertador”, nacido en diciembre de 2.007. Si esto es lo que presenta esta ganadería para Sevilla ¿qué habrá en sus cercados?
Infame presentación impropia de una novillada en plaza de primera, pero aquí y ahora es justo reconocer el mérito tanto de la Empresa , como de la Presidencia y el ganadero por hacernos tragar gato por liebre.
El particular análisis de este aprendiz de aficionado se resume de esta manera:
- Tras unos pintureros lances de recibo, simulación del tercio de varas con un leve simulacro de primer puyazo. Segundo puyazo de “atrezzo”.
- Quite por chicuelinas y de remate una larga de bonita factura.
- Comienza la faena de muleta por estatuarios (¡que raro!) y siempre al hilo del pitón.
- Segunda serie con la derecha, la mano abajo, pero el pico adelante y la pata atrás.
- Tercera serie, con la derecha, el pico adelante y la pata atrás.
- Cuarta serie, toreando al natural, con la pierna de salida escondida una vez más y al hilo, cuando no fuera de cacho.
- Quinta serie, la del arrimón…más de lo mismo.
- Mata de estocada desprendida.
En definitiva, NADA. Y eso es lo que me mosquea, que ya son demasiadas las ocasiones en las que el toreo de Castella no me aporta nada que no sea el aburrimiento y cierta dosis de cabreo.
Bien, admitamos que todos los toreros tienen sus momentos buenos y malos…una mala tarde la tiene cualquiera, etc. Y en los de lo alto del escalafón esas malas rachas se notan más.
El problema (mi problema) puede ser que a lo mejor Castella siempre ha toreado igual y yo no me he dado cuenta o no he sabido distinguir el grano de la paja. Por eso ando mosqueado.
Lo más destacable, la labor de Javier Ambel (se desmonteró), que se vería refrendada en el quinto.
Qué importante puede llegar a ser la labor de un buen (o mal) subalterno en el tercio de banderillas y, sobre todo, en la brega. Y Javier Ambel, que me parece un excelente torero de plata, cumplió con sobresaliente con los palos y con el capote.
Supongo que Castella le diría..¡Chapeau!
En poco más o menos un mes tendré la oportunidad de volver a ver a Castella por triplicado en la Isidrada.
Me gustaría tener que tragarme este análisis o incluso toda esta entrada, porque eso significaría que su toreo me ha devuelto las buenas sensaciones que un día no muy lejano me regaló, ojala que así sea, pero hasta que llegue ese momento, me voy a permitir el ejercicio de la duda y seguiré llevando la mosca Castellista detrás de la oreja.