Y hasta Torres de la Alameda nos acercamos un buen número de
aficionados dispuestos a ver un espectáculo diferente, con aires de tauromaquia añeja de siglos pasados protagonizado por los toricos navarros.
Poco público ocasional y festivo se veía, lo que a priori debía ser una
garantía de que los que estábamos allí intuíamos lo que podíamos ver a
continuación. Aunque lo que vimos me pareció que no era tan "iliadiable" y duro como
nos habíamos imaginado.
Pero a mí personalmente no me ha defraudado nada de lo que vi. Bueno, sí. La lamentable presencia de los pitones de los seis (siete) toricos.
Yo no sé si hubo o no manipulación, pero el aspecto era de una manipulación tan burda que hasta puedo llegar a creer que no hubo tal y que todo se explicaría en un inadecuado manejo en embarque, desembarque y corrales a un tipo de toro que, doy fé, acomete contra todo lo que se mueve.
No pongo la mano en el fuego por
ninguna de las dos versiones. Se han leído tantas cosas absurdas en las redes
sociales estos días que uno ya no sabe que pensar. He llegado a leer que uno de
los toros que se lidió había corrido por las calles de un cercano pueblo días
atrás.
Hay que ver lo que hace el confundir un 41 (que si corrió las
calles y que aparecía en principio como reseñado) con un 47 (que si se lidió en
Torres) y airearlo en las redes alegremente. En fin. En los cercados de “El
Maquilón” sigue habiendo toros con el hierro de Arriazu, no vaya a pensar algún
“listo” que los han resucitado.
La presentación fue un tanto desigual, alguno vareado en exceso, con toros que
recordaban a la imagen que tenemos de los toros navarros, sobre todo el primero
y el quinto (devuelto por falta de fuerzas) que parecía recién sacado de una
lámina de Goya.
En cuanto al juego que dieron, hubo más de guerra que de
ballet. Sólo el lidiado en cuarto lugar tuvo embestidas rayando en la
“nobleza”. Lo demás fue aspereza, genio, agresividad, y miradas espeluznantes,
todo ello bajo un fondo general de mansedumbre, embestidas a media altura
cuando no por las nubes, y gañafones. Y más listos que los ratones coloraos.
Poca pelea en varas, siempre con la cara arriba. Y en
banderillas, el usía incumpliendo el reglamento. Ni tres pasadas ni cuatro
palos.
Y todo esto dio lugar a una corrida intensa, tensa, y para no
apartar la mirada ni un segundo. Cualquier cosa podía pasar. Y el culmen de la
intensidad vino en la faena de Imanol Sánchez al cierraplaza.
Con todo eso, si vuelven a lidiar allí estaré.
Frente a los toricos, un puñado de valientes capitaneados por
Octavio Chacón, Pérez Mota, e Imanol Sánchez.
El que peor suerte tuvo con su lote fue Pérez Mota.
Octavio Chacón (2 orejas) sorteó un cuarto digamos “toreable”, que humillaba, al que supo entender, y hasta pareció que se encontró a gusto por momentos.
Imanol Sánchez (tres orejas) tras una faena de
guerrillas a su primero, pasó directamente a la guerra total con el que cerraba
plaza, al que arrancó uno a uno algunos naturales que nos pusieron los pelos de
punta a los allí presentes. Toneladas de valor. Es una lástima que no veamos
más a este torero, al que le va como anillo al dedo fajarse con toros
complicados. Alguien decía en el tendido que Imanol es el “Rafaelillo
maño”.
Destacaron en banderillas Mariano Ruiz y Venturita, y en la
brega Marco Galán.
Así he visto yo la tarde. Habrá otras visiones y versiones,
que en esto, ya se sabe, cada cual tiene su criterio.
En definitiva, 25 euros muy bien gastados en una tarde
entretenida, intensa, diferente a la monotonía de muchas tardes de toros de
nobleza ovina y toreros pintureros. Volveremos.
Visto lo visto, lo de Arriazu vale para la lidia y muerte en
la plaza. No se puede dejar perder un patrimonio genético tan especial, tan
arcaico, y dedicado en exclusiva durante tanto tiempo a los festejos populares,
donde sin duda seguirá teniendo su destino principal.
Octavio Chacón