lunes, 3 de octubre de 2011

Mi Feria de Otoño

Foto. Juan Pelegrín


El tiempo va bebiéndose el recuerdo hasta llegar al poso, ese poquito que va quedando en el fondo y acaba convirtiéndose en memoria.
Si me preguntan hoy cual es el poso que me quedó de la feria de Otoño de 2.010 no tendría ninguna duda. Los trece o catorce muletazos de Juan Mora, la estocada en todo lo alto, la apoteosis, y la salida a hombros.
De lo demás, sinceramente, tendría que hacer un esfuerzo grande para rescatar algo de la memoria.

Recién terminada la feria de este año, no tengo claro lo que me quedará un año después, si es que queda algo…pero lo que si sé es lo que más me ha llamado la atención y lo que recuerdo en este momento.

Entre lo positivo, y acercándonos en el tiempo, me quedan algunos momentos de la faena pausada y por lo bajo,  con gusto y temple, de El Cid a “Pompito”, el más potable de un infumable encierro de El Puerto de San Lorenzo.

Me queda el subidón de adrenalina que nos produjo ver a dos pedazos de toreros mano a mano, Ivan Fandiño y David Mora, que vinieron con la verdad por delante, a por todas, a gustar y a gustarse, con un par y la mitad del otro, y que se enfrentaron a lo que la Empresa les echó por delante probablemente con la intención de ver cómo se estrellaban…
Y no se estrellaron, sino que tiraron de oficio, arrestos y saber estar, muy por encima de la mansada descastada que les echaron.
Mención especial al tercio de quites, eso que parece que ya “no se lleva”, y que aunque accidentado y algo atropellado, añadió más emoción aún a la tarde.
David Mora es un torero inmenso, al menos a mí me lo parece, tiene clase y es de los que me creo, sin engaños.
Iván Fandiño, otro enorme torero, nacido en Vizcaya aunque aquí en Guadalajara siempre se le ha considerado Alcarreño, más que porque viva en esta provincia, sobre todo porque  es donde se ha hecho torero, en sus pueblos, donde se las ha tenido que ver con “novillos” con mucha leña, ganado duro, de esas ganaderías olvidadas que nadie quiere ver ni en pintura.
Puede que por eso los Gaviras le parecieran chotas y eso explica cómo se tiró a matar.

También puede que le falte serenarse algo, pero cuando baja la mano y torea lo hace como muy pocos saben hacerlo.
Una oreja de mucho peso se llevó a cambio de una tremenda paliza, pero dejó muchas ganas de volverlo a ver, junto a Mora ¿Por qué no? con otro “ganao”.

Siguiendo con lo positivo, me queda la imponente presencia de los Adolfos. Es fácil adivinar que tengo predilección por los Cárdenos, por lo que son y por lo que significan, pero creo que en esta ocasión Adolfo Martín,  escamado después de lo del año pasado, ha tirado más de la presencia que de sus notas. Aún así, no me pareció en absoluto una moruchada como pregona por ahí alguno de los que parece que ver un cárdeno le produce algún tipo de alergia. 
Para muestra, y después del pánico generalizado que provocó Aviadorito, el primero que saltó al ruedo con dos impresionantes leños apreciables incluso desde mis alturas, la determinación de Rafaelillo, ese torero chico de estatura que no es un artista ni falta que le hace, pero que sabe lo que tiene que hacer ante ese par de pitones que le llegaban a la altura de la frente. Todavía ando preguntándome cómo pudo entrar a matar…
Y en el cuarto, el que dio más juego del encierro, una faena a base de pundonor y ganas y en el que la espada le privó sin duda de una oreja, porque la plaza estaba  como loca deseando pedírsela.

De lo dramático me quedan los duros momentos que vivimos con Iván Fandiño, y con José Mora, de la cuadrilla de Rafaelillo.
La paliza que recibió Fandiño, en especial en esos segundos que parecían interminables al entrar a matar al quinto, tuvo su inicio nada más lancear al primero cuando, yo creo que por puro instinto, se hizo un “autoquite” digno de ver a cámara superlenta.
Y José Mora, atropellado, volteado y corneado por Aviadorito en su loca carrera por huir del redondel, también en unos segundos que se nos hicieron muy largos.

Entre lo negativo, y aún a riesgo de resultar cansino, una vez más el tercio de varas, salvo honrosas y contadas excepciones.

¿Hará falta poner un banderín, como en el fútbol, para señalarle al piquero dónde se tiene que situar?

Pues mire, ¿Ve usté aquella puerta por donde ha salío er bisho? Pues se me pone usté justito enfrente, y ahí se menea un poco pa que le vea bien…
¡Que se supone que estamos en la primera plaza del mundo, hombre…!

Más cosas negativas…el nulo concepto de la lidia que tienen algunos, matadores y subalternos. Eso se arregla con unas sesiones de escuela de Tauromaquia.

El encierro de Gavira. Lo poco que vimos bueno fue gracias a la determinación de Mora y Fandiño.

Aplaudir (el que aplaudiera) en el arrastre a Fantástico, el salpicado mansote de Gavira  que tiraba coces.
Que embista y haga como que humilla no es condición suficiente para que sea bravo, además entre otras cosas debe emplearse en el peto  (cosa que no hizo) y por supuesto no debe salir corriendo del caballo tirando coces (cosa que si hizo).

Y aunque duela, Castella, Perera y Serafín Marín. 
Los dos primeros porque sabemos que tienen dentro mucho más de lo que demostraron, a pesar,  es verdad, de las escasas posibilidades que tuvieron. El crédito que les dio en su día la afición venteña puede consumirse pronto.
Y en cuanto a Serafín Marín, porque creo que no basta con ser el torero de Barcelona y aprovechar el tirón coyuntural. Hay que poner mucho más de todo para llegar a los tendidos.

Entre lo anecdótico, y positivo, la reivindicación que se hizo desde la andanada de sol por parte de algunos aficionados en nombre de la juventud, en defensa de nuestro derecho a ir a los toros. Buen detalle el brindis (con montera viajera hasta las alturas) de Rafaelillo en el cuarto.
Este tipo de manifestaciones creo que son importantes en este momento en el que se escuchan tantos “argumentos” antitaurinos vacíos de contenido.
Es necesario que se nos oiga.


Y con esto me parece que va a terminar mi temporada “presencial” en los tendidos.
A partir de ahora tiraremos del “plus”.
Dentro de un año veremos cual es el poso que me ha dejado la feria de Otoño de 2.011.


2 comentarios:

  1. Juselín:
    Tu entrada me resulta familiar, pues resulta que desde hace tiempo he perdido la memoria para los toros, me cuesta mucho acordarme de algo, cuando antes no era sí. De acuerdo, también son los años, pero creo que también ayuda que no hay nada que merezca ser recordado. Pero si en un futuro no me acuerdo, solo tendré que echar mano a este buen resumen que has hecho.
    Un saludo

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  2. Enrique, si que debe ser cosa de la edad, porque estaba intentando recordar algo de San Isidro...y lo primero que me sale es lo incómoda que es la grada...

    saludos

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