jueves, 6 de julio de 2017

7 de julio




Cuando entro en los terrenos del toro, el mundo se disuelve.  Si hago memoria, no hay nada. No están ni los miedos de la víspera, ni la ansiedad, ni la imagen de los que has dejado en casa. Solamente intuyo la presencia de algún compañero y la manada.  Algunas veces, el mundo se vacía y aparecen dos ojos brillantes y a la vez negros como agujeros cósmicos, y entonces sientes que no hay nada más en el mundo, que existes a merced de esa mirada dulce y violenta que se te clava en los riñones.  De pronto, un día tienes sitio, y piernas y pulmones, y estás en esta vida para esto, y abres las zancadas para aguantar un metro más, un centímetro más, y sientes que darías la vida por ese momento porque entonces no te importan más que esos ojos, y si le aguantas tres o cuatro zancadas, la fragilidad y la fuerza del ser humano, las religiones del mundo, las cosas fugaces y también las eternas y todos los anhelos de los hombres se han encontrado en ti en ese momento, y entonces juegas a soñar y te sientes como un dios y si no te quitas, te coge.  A veces, aunque te quites, te agarra.

7 de julio
Chapu Apaolaza

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