Toro (disecado) de la ganadería del Duque de Veragua donado por éste al Museo de Ciencias Naturales de Madrid |
Para situar la escena,
imaginemos una de las tertulias taurinas que tenían lugar en Madrid a mediados
del siglo XIX, concretamente la del café “La Vieja Iberia”, en “La carrera”, frente
a lo que hoy es la calle Echegaray.
Allí hablan y discuten,
entre otros, Cúchares, su yerno El Tato,
El Gordito, Cirineo, Bandolina, Currito –el hijo
de Cúchares- Lagartijo, el ganadero colmenareño D. Vicente Martínez, acompañados
de algunos aficionados “de categoría” y todo ello bajo la batuta de D. Pedro de
Alcántara Colón, Duque de Veragua, Marqués de Jamaica, Adelantado de Las
Indias, Almirante Honorario del Mar Océano… entre otros títulos y dignidades…
Escribe y describe la escena
D. Luis Fernández Salcedo (bisnieto de D. Vicente Martínez) en su obra “Trece ganaderos románticos”
Cuando nos asomamos a la
simpática tertulia, el Duque está en el uso de la palabra. Las patillas blancas
enmarcan su rostro, bajo de color.
- Y salió el quinto toro,
perteneciente a mi ganadería, Saltador
por mal nombre, y berrendo en negro de pelo.
Muy bonito y con buena cabeza, uno
a uno fue metiendo en la enfermería a los dos picadores de tanda, que eran
Antonín y Varillas, y a los cinco reservas: Troni, Poquito Pan, Berrinches, Briones
y Hormigo.
El bicho, que resultó muy bravo, se quedó todavía en los medios
pidiendo pelea. El público gritaba “¡Caballos!, ¡Caballos!”, porque se veía que
aún necesitaba más castigo. Los toreros estaban desconcertados.
Entonces, Paquiro –que fue un gran torero, sin
hacer de menos a los presentes- subió al palco a conferenciar con el
presidente, el cual, después de reconocer que el toro no estaba enteramente
picado y que, por tanto, había que dar gusto al pueblo soberano, se comprometió
a cambiar la suerte con un solo puyazo más.
Montes, sobre esta palabra, entró en
la enfermería, y como Berrinches era
el que estaba menos lesionado, le convenció para que saliera, todo entrapajado,
a poner un puyazo de castigo, asegurándole que él se pondría a su lado y que
nada le pasaría.
-¿En qué fecha tuvo lugar
esa corrida?
-El veinticinco de mayo de
mil ochocientos cuarenta y uno, y a partir de
la siguiente se puso aquel aviso famoso diciendo que : “En vista de lo
azarosa que había sido la anterior, no tendría derecho el público a exigir que
salieran más picadores que los anunciados.”
Desde entonces no se ha
dejado de poner en los carteles tal advertencia, aunque rara vez se habrá
presentado este caso.
Luis
Fernández Salcedo, “Trece ganaderos románticos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario