No se cómo empezar esta carta.
He estado dudando sobre qué fórmula protocolaria
utilizar. ¿Querida Ruth?, no. ¿Estimada Ruth? no te conozco, no sé si se puede
estimar a alguien sin conocerlo. ¿Señora Toledano? me sonaba demasiado serio,
no sé, así que lo dejaremos así, sin protocolos.
En primer lugar quiero pedirte disculpas por mi forma de
redactar. Escribir no es lo mío, lo tuyo si, así que empiezo jugando en campo
contrario. Espero que no me lo tengas muy en cuenta. Lo mío tiene que ver con
el campo, con la naturaleza y la conservación de las especies y los espacios.
Con la conservación del Medio Ambiente, como se dice ahora. A eso llevo
dedicado los últimos treinta y ocho años de mi vida.
Pero esta carta va de toros, o de Tauromaquia, como también
se dice ahora, aunque a mí me gusta más decir “Los toros”.
Ahora que estoy empezando con esto de las redes
sociales, he visto que te has picado últimamente con algún aficionado "tuitero" por algún comentario probablemente algo fuera de tono.
Reconozco tu larga
trayectoria de aguerrida militante antitaurina, de cuando no se llevaba ser “anti”,
y no esperaba menos de ti.
Permíteme que te tutee.
En segundo lugar tengo que decirte que seguramente
tengamos más cosas en común de lo que los dos podríamos pensar, aunque tú seas
antitaurina y yo sea un aficionado a los toros.
No pretendo convencerte para que te conviertas en una
aficionada, estoy seguro que no lo conseguiría aunque esa fuera mi intención.
Pero si me gustaría que entendieras lo que sentimos los aficionados a los
toros, aunque en esto, como en todo, la diversidad no nos hace diferentes.
Supongo que en el periodismo habrá gentes muy distintas… gente “pa tó” como cuentan que dijo “El Gallo”, Rafael Gómez Ortega, aquel torero de leyenda.
También supongo
que no estarás de acuerdo con todos los que practican tu profesión. Pues lo mismo
me pasa a mí con todos los que tienen esta afición.
Vamos al grano.
Quiero que te vengas conmigo a los
toros un día. Yo invito.
Mira Ruth, pronto empezará la temporada en Las Ventas y
yo tengo dos abonos en las alturas, allí en la andanada, donde se junta la intelectualidad
del aficionado erudito con la eventualidad
del visitante japonés.
Eso sí, aunque estemos en las alturas y se vea un poco
lejos no te va a dar el sol, que la piedra venteña guarda el sol durante el día
y luego lo va soltando traicionera y lentamente debajo de ti durante la tarde.
No tengo especial interés en hablar sobre si los toros son cultura o no. Para
mí es un debate cerrado, tengo tan claro que forman parte de nuestra cultura
que pienso que en esto estaremos de acuerdo. Son cultura y generan cultura,
arte, lenguaje, incluso una forma de ser y de ver la vida, aunque suene así, grandilocuente.
Han sido tantos los gobernantes que desde hace siglos han querido acabar con
los ellos (¡hasta Franco!) sin conseguirlo, que negar que los toros vienen del pueblo y son patrimonio
del pueblo es negar la evidencia. (Como
verás, la frase es un poco vulgar, pero ya te he dicho que lo mío es el campo y
el monte, no escribir).
No creas que soy un erudito en la materia, pero intentaré contarte lo que vamos viendo. Las
claves de la liturgia que los toros, como cualquier rito, esconden. Porque donde tú
ahora ves maltrato yo veo la representación de un rito ancestral.
Te contaré como se desarrolla la corrida. Los tres
tercios en los que se divide, nacer, crecer y morir, como la vida.
No voy a compararme
con Alberti, García Lorca, Picasso, Bergamín o Miguel Hernández. Ni siquiera
con Sabina, Serrat o Hemingway, pero intentaré contarte lo que vemos, aunque
sea con la media neurona que dices que tenemos “los de los toros”.
Te contaré el absoluto respeto que tenemos por el Toro,
el protagonista de La Fiesta, o como quieras llamarlo, porque los toros son mucho
más que una fiesta, y a mí en realidad lo de “La Fiesta” no me acaba de
convencer del todo. Prefiero “Los Toros”, insisto.
Te contaré que, es verdad, no siempre se respeta al
toro, y entonces seguro que estamos de acuerdo en lo que nos disgusta. Si no
hay respeto al toro, se pierde la esencia. Y contra eso unos cuantos, muchos, protestamos
y nos cabreamos. Esto tendrás que tenerlo siempre en cuenta, nuestro primer
mandamiento es la admiración y el profundo respeto al toro, íntegro.
¿Alguna vez te has emocionado observando a un toro o a una
vaca de lidia en una dehesa, su medio natural? Yo sí, muchas, y te aseguro que
puede ser uno de los espectáculos más bellos que se pueden ver. De verdad, créeme.
¿Alguna vez has visto cómo un toro se rompe una mano en
el ruedo? ¿Has visto cómo los aficionados protestamos y nos damos la vuelta
para no ver el sufrimiento del toro al ver que quiere y no puede acometer y demostrar su
bravura?
Yo si lo he visto. ¡Qué paradoja!, pensarás ¿no? Sufrir porque un toro, que va a morir en
quince minutos, se rompe una mano y no puede embestir como le dice su casta que
tiene que embestir. Pues así somos.
¿Has visto alguna vez cómo un toro embiste al caballo
que monta el picador una y otra vez con el orgullo que le da su casta? Yo sí,
pero también te diré que pocas veces, así está el patio, que hasta entre
nosotros no nos ponemos de acuerdo en lo del tercio de varas. Pero eso, lo del
tercio de varas, si te animas a venir una segunda vez, te lo contaría más
despacio.
Te intentaré contar todo eso y más, Ruth, Y cuando
acabe el ritual, la corrida, si quieres nos vamos a tomar unas cañas a alguno
de los bares que hay a tiro de piedra. Y entonces me cuentas lo que has visto y
has sentido.
Porque yo no pretendo convencerte de nada, ni mucho menos prohibirte nada,
Ruth, sólo quiero invitarte a los toros.
Venga, piénsatelo y me llamas.
Permíteme para terminar que te sugiera la lectura de
tres libros. Supongo que sabrás que la literatura taurina es de las más abundantes
en cantidad y calidad de las que te puedas encontrar.
Es muy difícil sugerir sólo tres, pero para que
entiendas los fundamentos te sugeriría “Tauromaquia Completa”, de Francisco
Montes “Paquiro” a quien, por cierto, se debe el nombre de “Montera” ese
curioso sombrero que portan los toreros. Es muy antiguo y aunque suene largo,
no temas, que es un libro de pocas páginas.
Para ”vivir” el toreo te sugiero “Juan Belmonte,
matador de toros” de Manuel Chaves Nogales. Es un libro absolutamente fascinante
incluso para un antitaurino, y su autor (ajeno al mundo de los toros) alguien a quien deberíamos honrar y pedir
disculpas por haber ignorado durante tantos años.
Y para “sentir” el mundo del toro, se me ocurre un
libro reciente, número uno en ventas ahora y en el que encontraras muchas de
las claves de esta afición que supongo desconoces. Es “Mañana seré libre” de
Néstor García, que relata y retrata la trayectoria de Iván Fandiño.
Nada más Ruth, espero tu llamada.
José María Gaitán
@cardenojabonero
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