Es
tiempo de lecturas…
El nombre del diestro de la sevillana calle de San
Pablo, evoca la visión de una tragedia sangrienta, en la que se hundió el
cartel de un bravo torero madrileño, adquirió celebridad un notable ejemplar de
Otaolaurruchi, y se puso de relieve el dominio que por sus facultades e
inteligencia, tiene sobre los toreros Joaquín Navarro “Quinito”.
Todos los que a la corrida del 30 de Septiembre de
1906 asistimos, recordamos las amarguras que un excelente torero de la villa y
corte padeció al lidiar al toro “Indiano”, que puso fin a los apuros del torero
infiriéndole gravísima lesión, y todos recordamos el momento en que “Quinito”,
recogiendo la muleta y el estoque que en el suelo dejara el compañero que en
brazos de las asistencias era llevado a la enfermería, se dirigió al astado
que, retador, hollaba fiero la soleada arena de rojo teñida por la sangre de un
valiente.
Cuando Joaquín sonriente e impávido se acercó al
astado, el público presagiaba la repetición del drama; mas “Indiano”, el toro
difícil, el que en la estimación del público era un marrajo indigno de muerte
decorosa, pareció transformado y se dejó trastear con suavidad por Joaquín, que
evidenció en su faena sosegada y sabia, sus facultades e inteligencia, para
lidiar un toro bravo, cosa no tan fácil como parece y único “defecto” del que
momentos después rodaba certeramente herido.
Y aquí debo dar por
terminada mi misión, que hallábase reducida a deciros quién es “Quinito”
como torero, y con lo expuesto se ha dicho todo lo que de él se puede contar.
El trágico momento de nuestra fiesta, que acabo de
evocar, os dice más de lo que yo manifestaros podría, pues os patentiza que el
diestro sevillano de quien me ocupo, es ante todo y sobre todo, un torero inteligente
y fácil.
Un torero “fácil”, ¡he aquí la palabra! Un torero
excesivamente fácil, tanto, que esta condición envidiable le perjudica ante los
públicos indoctos que inaprecian el valor de las faenas del diestro, al no ver
esfuerzo alguno en ellas, al no advertir la menor contracción muscular en el
artista.
Un torero fácil, que alcanzará sus mayores triunfos,
el día en que tropiece con toros grandes y difíciles, que otros diestros no
podrían lidiar, sin correr grave riesgo de fracaso. Un torero fácil, cuya labor
enseña al profesional y debe ser estudiada por el aficionado. Un torero fácil y
largo a quien las negras aguas del apuro apenas habrán mojado la zapatilla,
cuando a otros lidiadores les lleguen al cuello.
Un torero fácil, en fin, que no sabe, como otros
muchos, de fantasía ladrona de aplausos y gallardías de funámbula, pero que
conoce como ninguno la lidia que debe dar a cada toro que salga de esa caja de
Pindaro de la fiesta hispana, llanada chiquero.
Para terminar, es Joaquín Navarro un hombre que si
es fácil como torero, “fácil” y “agradable” lo es en su trato particular.
Grandes deseos tenemos muchos aficionados de verle
en Madrid. Pero ¡Por Dios! que el día que venga le acompañen en la Plaza
cualquiera de los fenómenos del día y que los toros sean grandecitos, con
pitones y con los cinco abriles cumplidos. ¡Por él nos alegraríamos!
Seguro estoy de que Joaquín se convertiría en
formidable lobo de playa. ¿Quiénes recibirían el baño?...¡la temporada empieza!
¡callemos: ella lo dirá!...
Que esta es mi opinión sincera y leal , lo juro por
la cruz que formo con esta pluma y una banderilla de Rafael “El Guerra”, que
como oro en paño guardo en la casa solariega e infanzona de mis mayores, y por
el nombre que bajo estas líneas estampo, para “honra” del elegante “ Álbum del
Abono de Madrid”.
Don Gonzalo
Extraído
del Álbum del Abono de Madrid de 1914
No hay comentarios:
Publicar un comentario