Publicado en el “Álbum del abono de Madrid, 1914”
Lanzarse a definir
con la pluma en la mano la personalidad torera de Joselito “El Gallo”, teniendo
por delante el módico presupuesto de cincuenta líneas, es una cosa parecida al
descabellado intento de meter todos los tomos del diccionario enciclopédico en
las hojas de un librillo de papel de fumar.
Un señorito de los
que hoy se entretienen en tirarle a José la contraria desde el paño belmontista,
dijo en cierta ocasión que el muchacho era “un tratado completo de
Tauromaquia”. Y si pudo declarar esa gran verdad, quien hablando de torería le
niega la sal y el agua a la Casa Gómez
Ortega (¡Miren ustedes que negarle la sal!...) ¿qué vamos a decir del
extraordinario Gallito los que queriendo mantenernos en el fiel de la balanza,
nos vimos obligados a caer cientos de veces del lado de José, porque hacia allí
nos arrastraban el arte y la sabiduría del niño-torero y el empuje irresistible
de todos los públicos de España?
La gran masa de la afición,
el pueblo, o lo que ustedes quieran llamar a las multitudes que llenan las
plazas de toros, consagra a las primeras figuras de la fiesta nacional saltando
muchas veces por encima de opiniones en contra, expuestas al calor de
buenísimas firmas, teorías mas o menos clásicas y predilecciones de la amistad,
la simpatía y la conveniencia. Y cuando esa opinión pública ha “ejecutado” ya
en la acreditadísima “trompeta de la fama”, todo el repertorio de los aires de
triunfo, para honra, gloria, prez y provecho, del Gallo más joven, es que no lo
encuentra seguramente tan defectuoso como sus detractores le pintan.
Por eso no se puede
sostener, según hacen algunos, sin darse cuenta de ello, que los públicos que
elevaron sobre el pavés a Bombita y ahora levantan a Belmonte, se han pasado de
primos haciendo lo propio con Joselito. Del benjamín de los Gómez puede decirse
¡que es gran torero desde el punto y
hora en que su señora madre tuvo la comodidad de ponerle en el mundo!. Por eso
la criatura –sin ser especialista- ha logrado dominar “todo el programa”
llegando a ocupar su puesto en la lidia, de tal modo que hasta ha producido
asombro a muchos que encanecieron siendo los favoritos de las muchedumbres. Qué
en tal día se permitió el mocete usar y abusar del “trampolín”, que en tal
fecha puso cátedra de “toreo de esterilla”…Bueno, ¿y qué? Hay quien ha visto al
gran Lagartijo hecho una maleta y fracasar toda la sabiduría del inmenso
Guerrita, ante un torillo andaluz de veinte arrobas escasas.
Pero frente a los
días de mandanga o de desgracia, que podemos registrar en la historia de todos,
absolutamente todos los fenómenos del Arte de torear a pie y a caballo, puede
apuntarse “Joselito Maravilla” jornadas imperecederas. En ellas ha ganado en guerra
galana, batallas dificilísimas, donde el adversario llevaba todos los palos de
favor (véanse, por ejemplo, las últimas corridas de Ricardo Torres) y ha
despachado con enorme éxito, corridas enteras y miureños poderosos, ante
públicos tan exigentes que apedrearon a Bomba y a Machaco y quisieron cortarles
la coleta.
De todo el batallón
de toreros contratado este año en Madrid, es Joselito el Gallo una de las dos
figuras indispensables. Lo mismo ocurre
en las demás plazas de España y en las del extranjero. Y es que a pesar
de los pesares, la gente acude a ver a José, fiando muchísimo en su toreo largo
y sabio, que no puede acomodarse con una tarde de total fracaso, aunque se
hallen preparados en los chiqueros “el toro que se comió la porra del pastor”,
“el del ojo verde”, y hasta el que tenía “un tal San Marcos”.
Pepe Laña
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