Foto: Julián López, vía Mundotoro.com |
La Etimología estudia el origen de las
palabras, a través del cual podemos entender mejor su significado.
Aplicada a la propia palabra, “Etimología”
procede de los vocablos griegos “etymos” (elemento verdadero) y “logia” (tratado,
estudio).
…Y ¿a cuento de qué viene esto en un blog en
el que se intenta escribir sobre Tauromaquias?
Pues resulta tan sencillo de explicar como que
al ver la fotografía que ilustra esta entrada, pensé en el origen y significado
de algunas palabras del idioma castellano.
Concretamente sentí curiosidad por la palabra
“Gilipollas”. No es este blog un lugar en el que se utilicen insultos ni
palabras llamadas malsonantes o soeces. Simplemente me vino a la cabeza esa
palabra, ampliamente utilizada en nuestro lenguaje, quizá por la abundancia de
ocasiones en las que nos cruzamos con personas a las que es inevitable
aplicarles tal adjetivo.
La Real Academia de la Lengua Española recoge
en su Diccionario la palabra “Gilipollas” y la define de la siguiente forma en
su única acepción:
1. adjetivo (malsonante). Necio o estúpido.
Aplicado a personas, u. t. c. s. (usado también como sustantivo)
El hecho de que una palabra se considere
malsonante no deja de ser algo subjetivo, pero la Academia lo advierte, quizá
en un intento de evitar el abuso de esta palabra tan popular. La propia
definición académica nos ilustra sobre vocablos sinónimos, “necio” y “estúpido”,
no considerados tan malsonantes.
Como la definición y uso de la palabra es bien
conocida, he querido conocer algo sobre su origen.
Según la propia Academia, “gilipollas”
procedería de “jilí”, vocablo del caló que se utilizaba y aún se sigue usando
para denominar a alguien “lelo” o excesivamente cándido.
Sin embargo hay otra versión que me parece más
curiosa y castiza.
Hay que remontarse al Madrid del siglo XVI
para encontrar al personaje, D. Baltasar Gil Imón de la Mota, a la sazón fiscal
del Consejo de Hacienda, lo que vendría a ser un alto funcionario de la época.
El tal Gil Imón tenía dos hijas, Fabiana y
Feliciana, que en algún momento de su vida entraron en edad casadera, y eran
exhibidas por su señor padre en eventos, fiestas y celebraciones en las que se
congregaba flor y nata de la Villa y Corte madrileña, y a los que D. Gil acudía
en razón de su cargo y posición, con la esperanza de encontrar un buen partido
para sus mozas.
Mozas a las que, en aquella época, se llamaba
“pollas”, que era la palabra que se usaba para referirse a las mujeres jóvenes
y solteras.
Como las dos pollas no eran muy agraciadas, y
además tenían cortas entendederas, no era fácil encontrar acomodo matrimonial,
y así D. Gil continuaba con su labor de exhibición de las dos infortunadas
jóvenes.
La estampa debió convertirse en algo habitual en aquellos
círculos, lo que dio lugar a que se les conociera de forma castiza como “Gil y sus pollas” cuando el trío hacía su
aparición en alguna fiesta.
El resto lo hace el ingenio castellano, que
empezó a extender el uso de lo que al final convirtió en una palabra, a los
personajes lelos, estúpidos, en definitiva “gilipollas”, que pululaban por la
Villa y Corte.
Cinco siglos más tarde, el gilipollas es un
tipo de personaje ciertamente abundante, y la gilipollez, condición que se
transmite por contagio.
Muchas veces el gilipollas, probablemente
debido a su propia estupidez, desconoce su condición.
Siempre he creído que es un acto de bonhomía
hacérselo saber.
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