Foto: Guillermo Legaria/AFP |
No me
considero especialmente pesimista, al contrario, tiendo a ver la botella
siempre medio llena.
Pero creo que vivo cercano a la realidad, y observo…
Y lo que veo
desde hace un tiempo en cuanto a lo que rodea a esta afición no me gusta. “No
me gusta como caza la perrita”.
La hostilidad
hacia los toros es cada día más evidente. Promovida desde donde sea (lobbies
animalistas, partidos políticos, antisistemas, ecolojetas, ecolopijos, y demás fauna
antitaurina) y amparada en claroscuros intereses, la caza del aficionado está servida.
La falta de
respuesta de quien debería actuar con contundencia para diferenciar el terrorismo de la legítima protesta, salvo contadas
excepciones, hace el resto.
El punto de
inflexión será el primer altercado grave con resultados “traumáticos” que,
visto el cariz que está tomando el asunto, tarde o temprano caerá. Ojalá me
equivoque.
Y en este
clima “prebélico”, me ha llamado mucho la atención el relato de Juan Carlos Muñoz-Collazos en su blog "Toros, literatura y más" en el que narra desde dentro, de forma sencilla y directa, la vuelta de los toros a Bogotá
Durante
la corrida, oíamos estruendos explosivos. Luego supimos que eran las “papas
bomba” (típicas de las protestas universitarias en la Distrital, la Pedagógica
y la Nacional), así como a las “bombas” lacrimógenas del ESMAD. Cuando terminó
la corrida, un oficial de la policía advirtió a los aficionados por altavoz que
debíamos salir por la Cra. 7ª quienes no tuviéramos transporte particular, y
por la Cra. 5ª quienes hubieran llevado sus automóviles. Salimos por la 7ª.
Y
allí comenzó el miedo. Al llegar al Centro Internacional, vimos un desfile de
motos policiales llevando escuadrones del ESMAD para contener la violencia de
los antitaurinos. Tuvimos que correr hacia el sur, pues se decía que desde el
norte venían los defensores de la vida animal (¡!¡!) para agredirnos. Después,
bajamos a la Cra. 13 en busca de transporte...
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