jueves, 9 de febrero de 2012

Vicente Pastor y "Carbonero"


Escribía el maestro Gregorio Corrochano allá por 1.965 sobre el dominio, o de cómo debe ser el torero quien domine y someta al toro, y no al revés. Lo primero es torear, lo segundo, si acaso, será destorear, algo a lo que desafortunadamente estamos más que acostumbrados.

Como ejemplo de las cosas bien hechas, nos narra la faena de Vicente Pastor, conocido como “El Chico de la blusa”, torero madrileño nacido y criado en el castizo barrio de Embajadores.

Con esta faena  a “Carbonero”, el día 2 de octubre de 1.910 Vicente Pastor conseguía la segunda oreja que se cortó en la Plaza de Madrid, (cuando cortar orejas no debía ser parecido a lo que entendemos por tal ahora)  ya que si no me equivoco, el primer trofeo lo cortó   José Lara "Chicorro", por su faena a "Medias Negras", un toro de Benjumea, el 29 de octubre de 1876.

Aunque es un texto conocido, merece la pena su lectura.


Vicente Pastor y Carbonero.

Por Gregorio Corrochano.

Hay un claro ejemplo, muy de nuestra época –de la mía- del toreo de dominio, que es lo primero a que debe atener el matador. Nada más lamentable en el toreo que ver a un torero dominado por el toro, toreado por el toro.
El ejemplo es Vicente Pastor con un toro fogueado, Carbonero, de Concha y Sierra. Fue un gran mentís a los que sostienen que al público -¿a qué público?- le gusta solamente el toreo estilizado, que algunos llaman, y muy bien llamado,  toreo de salón. Vicente Pastor y el toro Carbonero nos enseñaron cómo es fuerte y emocionante el toreo clásico, cuando el valor une el conocimiento de las reses al conocimiento de las suertes.

Vicente Pastor fue el Frascuelo de su tiempo, por su oportunidad y valor en los quites, por sus faenas en tablas y por su decisión al entrar a matar dando el pecho, por derecho y sin el paso atrás. Este toro Carbonero le hubiera firmado Frascuelo. El toro Carbonero fue manso. Las banderillas de fuego le hicieron más receloso y de sentido. Se paró en los medios. Allí fue a buscarle Vicente Pastor, y le obligó y le dominó, toreándole por lo bajo y al natural.

La faena fue breve, justa y precisa; nada le faltó para ser completa, y nada le sobró para ser perfecta. El toro cambió. Gran ejemplo de faena de castigo y dominio. Le arrancó a matar por derecho y en corto y dio una estocada hasta el puño. El toro rodó en el mismo sitio donde se había desarrollado la faena. Fue tanta la emoción, que había que darla salida de manera desusada. Se pidió la oreja en Madrid, donde no era costumbre. Y se concedió.
La faena no fue bonita, pero tuvo una gran belleza. Lo bello es superior a lo bonito, tiene más emoción, y más fuerza y más vida. Lo uno agrada, lo otro impresiona.
Impresionó tanto, que sobre todas las cosas bonitas  que se hicieron aquel año, lo que resalta es el toro Carbonero.
Quede consignado, por si quieren tomar nota los aficionados nuevos, que tengan curiosidad por conocer aspectos de la fiesta, que el presente sin el pasado es agua estancada.


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